Relatos/Partos

Sofía Slobo

Por Sofía Slobo*

Me despierto con tres contracciones, la última bien fuerte. Abro los ojos y miro la cuna de Anahí. Miro la hora, 5.40am. Con la panza gigante y muchas ganas de hacer pis voy caminando como astronauta al baño. En la puerta del baño me chorreo entera como si me hubiera meado. Me siento en el inodoro. El agua seguía bajando. Me limpio y veo el tapón mucoso. Es amarillento. Lo llamo a Adri, «coquis», «qué pasa» me dice. «Vení». Viene. Sentada en el inodoro le digo que rompí bolsa. «Uy bueno!» Me dice entusiasmado y un poco con miedo. «Tengo miedo» le digo.

Tenía miedo porque no me venía sintiendo bien. Porque estaba anémica, y no me sentía con fuerza para parir. Esa semana previa había tenido varias consultas con las diferentes médicas que me venían acompañando en el embarazo porque me sentía así. También tenía una infección urinaria y estaba tomando antibióticos hacía unos días.

Tenía miedo porque no me sentía fuerte para parir.

Respiro profundo y pienso «bueno, lo afrontaré como pueda, tengo un buen equipo y un buen compañero».
Adri da aviso al equipo por wsp. Le hacen varias preguntas. Quedamos que se preparan para venir al mediodía. Juli (doula)estaba volviendo de viaje. Faltaba mucho todavía. Respiro para tener paciencia con mi sentir.

Me pongo una toallita de tela y vuelvo a la cama. Voy y vuelvo al baño varias veces a cambiarme la toallita, la bombacha, todo. Me pongo un apósito. En el medio, contracciones bastante seguidas. Vuelvo a la cama y vuelvo a leer el libro NURTURE a ver cómo contarlas porque para mí sorpresa me había olvidado completamente. Respiro, relajo el suelo pélvico, lo agarro a Adri, cambio de posiciones.

Rápidamente las contracciones se vuelven muy fuertes y seguidas. Trato de contar cuanto duran. Empiezan a ser dolorosas. Cada vez más seguido, cada vez más dolorosas.

Vuelvo al baño, volvemos a avisar esto al equipo y ADRI llama a nuestra partera. Obstetra y partera deciden venir de inmediato.

Empiezo a cantar el Om para atravesar el dolor. Ya no puedo hablar con nadie. A la media hora llega Maru (obstetra), tipo 8.30am, las contracciones son cada vez peores y me siento muy débil.

 

Maru me hace preguntas, apenas se las respondo. Hacemos un tacto durante la contracción. 3cm de dilatación. Falta mucho.

Me pide que le muestre el apósito. Está verde. Es meconio, me dice. Llama a la partera para que escuche mientras monitorea los signos vitales de la bebé x 30 minutos aprox… Y empiezan a bajar. Sigo ese monitor como si fuera lo único otro importante de mí vida además de cantar el Om para pasar el dolor de las contracciones. Maru me dice algo así como que si sigue así tendremos que hacer el Plan B, ir a la clínica. Veo una curva descendente enorme y se me estruja el corazón. Sabía que ese era el corazón de mí bebé y sus palpitaciones descendiendo. Maru nos dice «nos vamos chicos».

Tenía el bolso hecho porque así es cuando tenés un Plan B. Eran ya las 9.30am. Llego a decirle a Adrián que guarde ropa abrigada en la mochila porq solo tenía ropa de calor mía y para la bebé. Maru me ayuda a levantarme, me abraza, me besa, me viste.

Bajamos las escaleras de casa. En el medio paro porque viene una contracción tremenda. No sé cómo salimos.

Maru se adelanta en el auto hasta la clínica y yo voy con Adri, canto el Om cada vez que vienen contracciones, que ya son cada 1 minuto. Adri me dice que Maru quiere hacerme una cesárea porque ya son muchas las señales de alarma y falta mucho trabajo de parto, muchas horas, para que la bebé nazca por parto vaginal, me falta mucha dilatación y que no la podemos exponer a eso a la bebé porque ya están comprometidos sus signos vitales.

Asiento y le digo que ya me había dado cuenta que no iba a poder nacer por parto vaginal y que me parecía perfecto lo que Maru decía. Yo tenía el sueño de parir en casa, en intimidad, en mí piletita. Pero la vida y la salud de mí bebé son más importantes que mis deseos.

Llegamos a la clínica, me suben a una silla de ruedas, Adri hace el ingreso y mientras me llevan al quirófano. Una señora se queda mirándome tener una contracción, toda compungida y la hija le dice «mamá está teniendo una contracción, correte».

Entramos al quirófano, nunca había entrado a un quirófano.

 

Me siento muy drogada por las hormonas, muy hacia dentro, me cuesta relacionarme con el exterior, pero una parte mía esta muy atenta a todo lo que pasa. Le hablo a quienes me atienden. Me subo a la camilla. Luces blancas horribles, pero mucha calidez humana. Maru llega rápido, chequea conmigo como me siento a cada ratito. El anestesista le pide mí coagulograma. Llega otro anestesista que creo que era correntino. Le pregunto de donde es. Quiero humanizarlos y que me humanicen. Entra Miri. Me ayuda a ponerme en posición para la epidural. Me pinchan dos veces la espalda antes de dar con el lugar indicado. Me irradia hacía un costado y me duele. Ningun pinchazo es tan tremendo como las contracciones que estoy teniendo. Maru me alienta y me dice que pronto pasaran. Trato de colaborar lo más posible. Estar toda desnuda y siendo intervenida por un montón de personas, con una hija en la panza, es un montón. Aún así me siento bien, me tratan bien. Maru me acaricia el pelo y me mima. Me siento querida, cuidada, pero no solo por las decisiones (claves) sino por el afecto. Eso hace toda la diferencia. El afecto lo es todo en un parto.

Me acuesto, me ponen vía en el brazo (no sé si ahí o antes, creo que mucho antes). Me ponen los cañitos de oxígeno en la nariz y unos circulitos para controlarme el pulso.
Pregunto por Adri, me dicen que ya viene, que se está cambiando.

Charlo con Miri, al ratito llega Adri. Me toma de la mano y me acaricia. Maru dice que pongan una musiquita y que me tiene que afeitar el pubis. El anestesista correntino me pregunta qué música me gusta. Le pido Philip Fraser. Ponen algo parecido, y agradezco la intención. Maru me dice que van a empezar. La escucho organizar que me van a dar a la bebé apenas nazca, para ponerla en mi pecho.

Siento los cortes como si me hicieran cosquillas (sin las cosquillas), me resulta incómodo, Miri chequea que no sienta dolor. Después de un ratito Maru dice algo así como «ah… era esto» y le dice a Adri que mire. Le explica que la bebé tenía el cordón en la cabeza y que en las contracciones lo empujaba y faltaba oxígeno y disminuían los signos vitales.

 

Maru empieza a hacer algunas maniobras y me invita a hacer fuerza con los abdominales, a pujar. Al principio no entiendo bien qué hacer porque no siento la parte de abajo del cuerpo. Respiro profundo y hago fuerza como me sale. En un momento levanto la parte de arriba del cuerpo haciendo fuerza tipo abdominal y grito. La bebé nace. Espero esos segundos mirando el espacio entre mí cuerpo y el techo hasta que me la dan que me parecen eternos. Trato de escucharla. Llora. Me la ponen en el pecho. La agarro, Adri la toca también. Le hablo mientras llora.

Hola Anahí soy tu mamá, te amo mucho, te amamos mucho. Llegaste bebé. Acá estoy bebé.

No puedo llorar porque me importa más que me escuche, quiero reconfortarla.

Unos minutos después, demasiado pocos minutos en mi pecho, se la dan a Adri y se van a neonatología. Me limpian, todo me parece largo. Espero 25 minutos en un pasillo, con Miri tomándome las manos y pidiendo una y otra vez por el camillero. Mientras, los anestesistas discuten a los gritos en el pasillo por no sé qué cosa. Mi cuerpo tirita, sé que es el el trauma que es para el cuerpo una operación. Llego a la habitación, Anahí todavía no llegó y Adri está ahí. Dijeron que ya la traían a la habitación. 40 minutos innecesarios de Anahí recién nacida sin su mamá. De mi cuerpo recién parido sin mi hija en mi pecho.

Unas horas después de estar en la habitación con ella, me doy cuenta que estoy toda mojada (no tenía todavía sensibilidad en las piernas) y pido por una enfermera. Me dice que se me había salido la sonda del pis. Pero que hasta que no tenga una faja que no me iban a cambiar, supuestamente por un tema de cuidado. Así que me quedé ahí, meada, recién operada, en la cama con mi hija en los brazos, mientras Adri iba hasta casa a traer la faja.

Varias veces tuvimos que pedirles a quienes entraban a la habitación que no entraran a los gritos, que no prendieran todas las luces, que la bebé se alteraba… Cómo explicar lo obvio?

La violencia obstétrica y neonatal se cuela hasta en los relatos de los partos más cuidados y más amorosos.

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Sofía SloboParisí
Soy investigadora independiente, educadora sexual, sintotérmica y menstrual, terapeuta ayurvédica especializada en salud hormonal y escritora.Acompaño procesos grupales e individuales para crear salud emocional, sexual y hormonal a través de la medicina ayurvédica y el tantra, integrando también la pedagogía menstrual. Me dedico también al arte como cantora y poeta.
@sofiasloboparisi