Magia/Poesía

Eugenia de Micheli

1)
En el agua
todo es más fácil
el rol adelante
el pelo para atrás.

En el agua
todo es más fácil

el mar
te arranca los recuerdos tristes
el río
siempre es un camino.

En el agua
todo es más fácil.

Por eso
quédate mucho
adentro del agua
aprovechá que
tus pulmones
son de pez
y no hay noche que detenga tu nado.

Aprovechá,
que yo te cuido
hijo,
quedate mucho
adentro
mío.

2)
De todo lo vivido,
pruebas,
aliados, enemigos

él
es lo menos mío
La belleza de lo creado
es su misterio.

3)
Abro la canilla
empapo la ropa
froto la mancha contra la cerámica acanalada
de la bacha.
Hago espuma,
mucha, excesiva
por pura diversión de la lavandera.
El jabón se cuela
por entre las fibras
del algodón
de la ropa de mi hijo,
otra vez blanca.

Los bordes son lo más difícil de quitar.
-pienso
Aunque no estaría mal que algo permanezca
una aureola casi imperceptible
sólo para mí,
para que solo yo pueda verla y recordar
su primera fiebre, su pequeñez ardiendo en mis brazos.
No hay recuerdos tristes si está él.
La tela sufre el verbo.

Llueve por primera vez para Río.

4)
Lavo tus formas
tus codos sin estrenar
tu cabeza todavía blanda.
Cuido la intensidad
y la temperatura del agua.
Te bautizo de mi ceremonia favorita.
Hoy, que los lapachos están en flor y aún no es primavera,
te hice tu primer castillo de arena.
Lo hice mirando al norte y al este,
de dónde también venís.
Cuál es el misterio
que te hace odiar la arena
amar los trompos
temer al perro.
Enjuago tus formas
mientras vos huís
entre los hilos del agua.

10)
Tengo los pies grandes
como una nadadora de las olimpíadas
las líneas de mis plantas van cambiando
(Mis manos tienen historia)
Mis manos son de agua
como una panadera o una masajista
mis dedos desatan nudos
(Mis pies tienen historia)
MI cabeza está llena
de árboles y viento
como la cuadra de mi casa
(En mi cabeza siempre es otoño)
Los árboles tienen raíces
que buscan en la tierra
como mi corazón
(Mis raíces laten)
Adentro de la tierra
hay círculos
adentro de círculos y así hasta el infinito
(Como yo te quiero a vos)
Unos años antes de morir
fuimos al mar
con mi hermano.
Fue un verano de arena caliente sin ojotas.
La casa estaba cerca de la playa
era un duplex angosto
que había alquilado mi mamá.
Aunque ya éramos grandes
ese año
cumplímos con todos los rituales marítimos
no llovió ni un día en toda la quincena
y mi hermano nunca traspasó la cerca
del duplex igual a todos los de la cuadra.

Lean siempre estaba seco.

Pasaron ocho años de su muerte
todavía no fui al cementerio.
Quizás este sea el año.
Mi mamá
me contó que
el florerito carmesí que le había dejado se rompió
que llevaron otro lindo,
muy lindo, me dijo.
A mi no me da pena que se haya muerto
pero cuando me acuerdo de ese verano
de aquellas olas tibias y lentas
rompiendo en mi retina
tan sin él,
trago
agua salada.

 

 

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Eugenia De Micheli/ Nací un 14 de febrero en pleno Carnaval Porteño. El médico le decía a mi mamá que iba a ser bailarina porque no paraba de moverme en la panza. Y aunque bailarina, no salí, pasaba horas andando en patines, jugando al quemado y corriendo carreras. Y cuando me llamaban para que “esté un rato en casa” me aburría tanto estar quieta que la única forma de seguir en movimiento, era leer. Entonces leía, y mucho. Tengo una memoria “mamotrética”, un monstruo bueno que me acompaña y no me deja olvidar nada: ni un solo amor, ni un verano, ni un mísero número de teléfono. Escribo cada vez que tengo la cabeza llena de historias. Así hago lugar para las nuevas. Viajo para buscar nuevas aventuras, formas de decir que no conozco, historias nuevas. Porque todavía, como cuando estaba en la panza de mi mamá, me encanta moverme. Es que, aunque pasan los años, soy como esas muñequitas que se meten dentro de otras más grandes: crezco y me agrando pero sigo siendo igualita a la primera.
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