Nostalgia del futuro

Diario de siete días para cerrar un duelo

Por Pablo Princz*

Lunes 1 de agosto 2022
Hoy Cande empezó oficialmente su nuevo rol en el trabajo. Pasaron 132 días desde aquel domingo fatídico donde creíamos que manejábamos al cumpleaños de nuestro sobrino, y terminamos en la urgencia obstetricia de un hospital con un sueño muerto entre las piernas. Desde el espejo retrovisor pude ver que nuestra hija Clementina dormía. Raro en ella, porque eran las 11 de la mañana, pero roncaba con la boca abierta. Nada escuchó de las llamadas desesperadas a mi hermana médica, al obstetra al que solo habíamos visto una vez, anunciándoles las crecientes contracciones y pérdidas que Cande empezó a sentir en el auto abruptamente. Pasó una hora hasta que finalmente llegamos a nuestro nuevo destino. Fue en ese lapso de tiempo cuando me dijo, enojada y angustiada por lo que acababa de pasar: “Quiero renunciar”. En su cuerpo se diluía el proyecto de una licencia por maternidad extendida que le iba a permitir reimaginar su carrera profesional, pero, sobre todo, terminar con la agonía de trabajar para un cliente muy exigente en un rol que no le gustaba.

Esa idea inicial se transformó en un pensamiento obsesivo. La muerte de Sarita traía luz sobre un concepto: ya no había energía ni motivación para hacer algo que no valga la pena. La renuncia fue transmutando. Por momentos fue buscar un ascenso. En otros, fue cambiar de trabajo. También fue tomarse un año sabático. Fue buscar cursos y talleres de restauración de muebles, de escritura, de astrología. Incluyó sesiones de terapia, coaching, y algunas terapias más alternativas. Hasta que fue cambiar de rol dentro de la misma empresa, que vino de parte de su jefa como respuesta a los dilemas existenciales que Cande le transmitió. Hoy ella está feliz de poder empezar en este nuevo rol, y yo no podría estar más orgulloso por su camino estos últimos cuatro meses.

 

Martes 2 de agosto
Hoy mi amiga Connie me regaló una caja de la Fundación Amparo. Hacía varios años que no cruzaba la cordillera para visitar Buenos Aires. Me citó en un café en San Isidro para entregarme la caja, pensada especialmente para hacer duelos de embarazos interrumpidos. Sin que ella lo supiese, la caja llegó en una semana especial, ya que cuando lleguemos al domingo, se cumplirá la fecha probable de parto en la que esperábamos ver nacer a nuestra hija. Nosotros ya habíamos empezado a armar nuestro altar. Un velón que compramos en San Antonio de Areco. Una medalla en nuestro cuarto que dice “Amelia y Sarita”. Varios escritos de Cande del taller de escritura que hizo como parte de su búsqueda de conectar con las cosas que le gustan. Un anillo grabado “Sarita, 20/3/2022” adornado con un Rubí, porque nuestro sacerdote amigo, el P. Hugo, me mandó un texto de Sara donde decía que por algún motivo, el rubí es la piedra que representa a Sara en la biblia: “La piedra preciosa asociada a la naturaleza de Sara es el rubí, una gema capaz de neutralizar los pensamientos negativos y simbolizar la victoria y la pasión. Además el rubí favorece la realización de proyectos porque estimula la perseverancia”. Me gustó el significado y aunque no sé ni quién lo escribió, ni qué validez científica tiene, sirvió como excusa.

La caja ahora traía una manta tejida a mano por alguna mujer chilena que pasó por algo similar a nosotros, otra vela, y dos pajaritos también tejidos a mano.
Yo le agradecí a Connie el regalo, sin saber cómo haríamos para adueñarnos emocionalmente de esos objetos.

Miércoles 3 de agosto
Hoy Cande recibió el alta médica. Cuatro meses después de empezar con los primeros estudios. Una espera que por momentos fue agónica. ¿Cuándo sabríamos si encontraríamos la causa por la cual se interrumpió nuestro embarazo de 20 semanas? Desde el principio Cande me dijo que su intuición le decía que no encontraríamos ninguna explicación médica, y que tendríamos que buscar más profundamente la razón por la que nos estaba pasado esto. Yo no quería contradecirla – finalmente a lo largo de estos años aprendí a creer y respetar su intuición – pero me resistía a vencer la idea de que quizás fuese la medicina la que nos regale algo de luz. Estudio de ADN para Sarita. Estudio de compatilidad de ADNs nuestros. Estudios de sangre y de trombofilia. Estudios de orina. Ecografías varias. No nos dieron ninguna pista.

¿Alivio? ¿Qué mejor que no encontrar ningún problema de salud? ¿Cómo vamos a hacer para impedir que volvamos a experimentar otra pérdida más? ¿Se banca nuestra familia otro duelo? ¿Estamos dispuestos a arriesgarnos a pasar por otra situación igual?


Jueves 4 de agosto
Hoy Cande confirmó que dentro de un mes hará un viaje a Montevideo y a Purmamarca. Será mi primera semana completa solo con Clementina. La muerte de Sarita también trae nueva vida. Y tener una hija de 4 años nos regala una libertad que no experimentamos desde que fuimos padres. Ahora ella puede viajar por trabajo y por placer con su amiga. Me da mucha ilusión hacer programas padre-hija juntos. El sábado seguro vamos con la bici en el furgón del tren al parque de colchonetas de Belgrano. ¿Está mal sentir alegría por esta sensación de libertad? Si el embarazo no se hubiese interrumpido, nada de esto sería posible.

Viernes 5 de agosto
Hoy fuimos con Cande a cenar a Hola Jacoba. El objetivo era homenajear a Sarita. No es común que salgamos a comer los dos solos. Siempre priorizamos primero ver amigos y las salidas de pareja quedan como una opción de rezago. Pero esta vez le propuse a Cande que nos reservemos esta fecha, sabiendo ya que los resultados del análisis de sangre habían dado bien y que la misa que hacemos mañana tiene sabor a cierre de un proceso de duelo activo. Cuatro meses de buscar y probar herramientas para sanar, para resonar con nuestro interior. Cuatro meses de mucho compartir, de charlar como quizás nunca habíamos hablado antes.

Llegamos a un Palermo enloquecido, así que tuvimos que estacionar a un kilómetro de distancia. Caminamos abrazados, vestidos con nuestra mejor pilcha. Yo tenía un saco azul y zapatos. Cande siempre se arregla para estas ocasiones y además se pone algo canchero en la cabeza. Mientras caminábamos hicimos una videollamada con mi tío y su esposa que vive en EEUU, que estuvieron muy presentes con nosotros en este tiempo, a pesar de la distancia. Nuestro ánimo era festivo, aunque yo estaba conmovido, porque sabía que quería hacer de esta noche un tributo a todo el camino que venimos experimentamos juntos.

Mientras comíamos bohíos, kipes, pastrón y latkes de papa, hicimos un repaso de lo que cada uno había vivido desde marzo. ¿Cuánto para agradecer, no? ¿Cómo hacemos para que conviva esa gratitud por todo lo que crecimos en este tiempo, con el dolor y la vida que no fue?
Al final de la charla, le confesé a Cande que estaba listo para que volviésemos a buscar una nueva gestación. Una astróloga consteladora nos había sugerido que esperemos un año para que se limpie la energía del vientre, pero yo siento que nunca crecimos tanto individual y colectivamente como en este último tiempo, y que el universo nos recompensará todo nuestro esfuerzo. ¿Será realmente así?


Sábado 6 agosto
Hoy el Padre Hugo nos regaló una pequeña celebración para honrar a Sarita. Muchas veces habíamos debatido si hacer una misa, y si invitaríamos o no a nuestras familias a compartirla. Pasó el primer mes, el segundo… y al final llegó para este hito, el fin de semana de la fecha inicial probable de parto. Fue una celebración íntima para nosotros tres.

Con una hermosa calidez, Hugo – que me conoce desde chico por ser amigo de mis padres, y que después nos acompañó en el rito de casamiento y bautizar a Clementina – desplegó todas las cosas que habíamos llevado para bendecir. Primero apoyó la manta tejida a mano de la Fundación Amparo y la hizo oficiar de altar. Y sobre ella, fue apoyando todo lo demás. Entre ellas hoy se destacó la “virgen Sara”, que acompañó a la bisabuela y tatarabuela de Cande, las últimas de la familia llamadas Sara, y que su abuela le había regalado a Cande para su cumpleaños. Una hermosa forma de sentir la cercanía de ese linaje femenino entre cinco generaciones. Los dos pajaritos tejidos a mano surgieron como los regalos de Amelia y Sara – los dos embarazos que perdimos – para Clementina, que estuvo toda la ceremonia jugando con ellos y a la noche quiso dormir con ambos.

Leímos la lectura del día: la transfiguración de Jesús. Un momento en el que Jesús se eleva transfigurado, creando un clima de paz y cobijamiento que adormece a los discípulos. El Padre Hugo usó esa imagen para que reflexionemos sobre lo que quizás podría resonarnos: la idea de que todo este tiempo de recogimiento, cuidado e introspección como pareja y familia, era hermoso y se podía parecer a la paz que sintieron los discípulos esa tarde en el Monte Tabor, pero que lo que seguía para ellos y para Jesús era seguir caminando a Jerusalén para enfrentar el juicio. Y para nosotros la invitación tenía que ser la de seguir adelante en el camino, tomando riesgos, enfrentando miedos, viviendo nuestro destino. Yo sentí una resonancia total con sus palabras. Estamos cerrando un proceso para poder abrir otro, que da vértigo, pero también ilusión.


Domingo 7 de agosto
Y finalmente llegó el día. El día en que iba a nacer Sarita. Otra vez buscamos crear un gesto para el día. Clemen eligió quedarse con mis suegros y nosotros dos fuimos a misa. Temprano llegó un mensaje de mi mamá que se acordaba que era una fecha especial para nosotros, y ahora también, para ella. Yo esperaba que las lecturas fueran las mismas que el día anterior, pero cuando las leyeron, me sorprendí. La segunda lectura era la de Sara: “Por la fe también Sara, siendo estéril, obtuvo “vigor para concebir” cuando ya le había pasado la edad, porque consideró fiel al que se lo prometía”. La referencia era a su esterilidad y cómo logró ser madre a pesar de su edad, una imagen hermosa en la experiencia que estábamos viviendo.

Los dos nos miramos sin poder creerlo. Quizás nos sentimos demasiado importantes para el universo, pero la verdad nos pareció una coincidencia increíble.
Terminamos así una semana llena de buenas noticias y experiencias compartidas que nos emocionaron y nos regalaron felicidad y conexión. Pero se acerca un acontecimiento que puede entorpecer todo este proceso. Esta semana debería nacer Pedro, mi sobrino. Cande y mi cuñada Vicky quedaron ambas embarazadas con pocos días de diferencia, pero el embarazo de ellos sí está llegando a buen término. El nacimiento de Pedro nos moviliza porque encarna el proyecto que para nosotros no fue. El hijo que no fue. Aunque elijo creer que nuestra hija sí es, en otra dimensión. Existe y, de hecho, transformó nuestra vida.

Vuelvo a la reflexión de Hugo: ¡Qué bien que estamos acá! Qué inesperado, ¿no? Hace cuatro meses le decía a Cande sollozando y muy preocupado que sentía que no tenía herramientas para acompañarla. Pero hoy me siento otro, con nuevas herramientas y vivencias, más conectado con mi emocionalidad, y orgulloso de mi propio recorrido de constelaciones familiares y de biodecodificación.

Pero siempre está la incógnita, el misterio no resuelto: ¿así se elabora el dolor? ¿El dolor hay que transformarlo en aprendizaje? ¿O el dolor hay que dejarlo ser? ¿Al dotarlo de aprendizaje, no lo estamos tratando de negar? ¿Pueden convivir el dolor por la pérdida y la gratitud por la vida que esa muerte afloró? ¿Es moralmente posible agradecer por todo lo que trajo la muerte de Sarita?


Martes 9 de agosto
Hoy nació Pedro.

 

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Pablo nació en Buenos Aires, Argentina hace 38 años. Estudió Lic. en Ciencia Política (UdeSA); Master en Políticas Educativas (Universidad de Londres), y EMBA (IAE). Trabajó 10 años en el ámbito educativo, como docente y director de la Fundación Enseñá por Argentina. Actualmente trabaja en la empresa familiar que co-fundó su abuelo hace 75 años, y sigue colaborando en los consejos de dirección de organizaciones sociales y educativas. Casado con Cande, papá de Clementina (5) y de Estanislao (0).