Nostalgia del futuro

Natalia Matzner

Hace siete años estaba embarazada de Inti y celebré mi cumple con varios amigøs en casa de mi abuela que tenía un museo DIY. Celebramos, bailamos, nos metimos a las vitrinas del museo y revisamos las piezas. Yo de seis meses de embarazo, nunca había tenido una guagua en brazos, y aunque me encantaban løs niñøs, mi mundo cotidiano era con gente aproximadamente de mi edad. Ese día, muy social y sociable, no sabía que se me esperaba un parto traumante y un tiempo de recogimiento y soledad abismante, llamado puerperio occidental. Con Elías apenas nos conocíamos. Todas las decisiones fueron impulsivas: gestar, la forma de crianza y las siete casas en que mi bebé vivió los primeros 6 meses de vida.
Recuerdo que cuando Inti entró al jardín infantil, me hicieron rellenar una ficha con datos personales, una pregunta era si él había sido un hijo planificado. Se me vino a la mente esas familias con casa propia, sexo nulo o aburrido, muchos juguetes y cosas innecesarias para la «felicidad» de ese hijø planificado. Respondí que planificado jamás, pero sí muy deseado! Incluso, ¿porqué no hablar de ese deseo con el que concibe a una guagua en un acto de puro amor y pasión?
Recuerdo los versos de Lihn en «Monólogo del padre con su hijo de meses»: «Lo hemos hecho en sombra / por amor a las artes de la carne / pero también en serio, pensando en tu visita / como en un nuevo juego gozoso y doloroso; / por amor a la vida, por temor a la muerte / y a la vida, por amor a la muerte / para ti o para nadie.»

Porque yo no soy la Virgen María, a mi primer hijo lo concebí teniendo un orgasmo convulsivo, en un atardecer, bajo un Quillay de la Cordillera de Los Andes. La verdad es que debería haber respondido eso en el jardín infantil. ¿Por qué? Porque a las mamás no nos quieren contradictorias y deseosas. Incluso, es tan difícil un discurso así en varios entornos feministas. Hace un tiempo me ofrecieron escribir una columna sobre maternidad, y fue rechazada sin explicaciones claras. Me queda dando vueltas que es porque en nuestro entorno contracultural la llevan los discursos de madres arrepentidas. Y entiendo la necesidad identitaria y política de visibilizar aquello, pero de igual importancia creo en la necesidad de narraciones sobre crianzas respetuosas, pero también improvisadas e impulsivas, así como parte el poema de Lihn: «Nada se pierde con vivir, ensaya: aquí tienes un cuerpo a tu medida»,Hijo mío, ¡vive viviendo!

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Ella/ Natalia Matzner (1983, Chile), es mamá de dos pequeños: Inti y Milo. A la vez es realizadora de publicaciones experimentales y gestora del archivo y proyecto de imprenta colaborativa Fanzinoteca Espigadoras. Actualmente escribe su tesis doctoral, vive viviendo y realiza proyectos sensoriales con sus hijøs e invitadøs.
Más información https://www.nataliamatzner.cl/
IG www.instagram.com/fanzinoteca_espigadoras/

 

Dibujo (y papel envoltorio de regalo) del 05/01/2016 por @fellipcastillo