Magia/Poesía

María García Zambrano

LA HIJA
Soy la dulce letanía de los niños muertos en este hospital.
La silenciosa que seca sus lágrimas.
La que reza por cada neonato.

Soy el asombro el miedo el ahínco
el paso firme por baldosas que se mueven.
(Mis labios pueden amar la espina
besar los bordes afilados de la rosa).

Soy la madre asistida por la madre
y firmamos el armisticio con los bisturíes.
(Mi cuerpo se bate contra la patología).

Soy la escriba que registra el latido
de una vida encarnada en la magia.
(Las manos no se ahogan en un mar que anega
camillas y goteros).

Soy recipiente de un líquido inflamable.
La tierra el surco el árbol
la luz alógena de este amanecer.

(Hundo mis pies en lo real y te libero, hija mía,
de los falsos sabios).

 

EL QUIRÓFANO
Un monitor registra tu latido
papel que no termina y en su
desprendimiento
arrastra lágrimas
como cantos que el mar no erosiona.

Cuánto esperar entonces
(papel cayendo)
que asciendas a mi boca.
Cuánta ceguera           viscosa            alucinada.

(Contar las gasas la voz invisible
el suelo y su desinfección
la señal que debes darme).

Cuánta carne de corcho
todavía.

En lo alto        un temblor       me despierta a este mundo.

-LA HIJA VIVIRÁ

 

LA TRISTEZA
Todas las madres que soy debíamos hablar
aproximar posturas
organizar un plan de acción para que no se desparramen
leche
lágrimas
suero
medicamentos.

La madre bandada de pájaros que espera la primavera
para regresar a su nido
sentada en la única silla que no está rota.

La madre jeringa de leche para un gorrión se posa
en la ventana.

La madre en carne viva sin ninguna medicina que la cure.

La madre esperanza que ata sus dedos al viento y anhela
la mueca que suture de una vez
la herida.

Todas las madres reunidas alrededor de un cuerpo
que redime
con sus escasos centímetros
resolvemos:
hilvanar con un hilo esta tristeza
la desesperación de no ver a LA HIJA
solo un cuerpo que se desborda
e inunda los ojos
la boca
el corazón.

LA SALA DE LACTANCIA
Mi pecho huérfano mira el otro pecho
derrama su simiente al plástico y cristal.

Tus labios cerrados no acarician ni muerden ni hacen
que sangre
este huérfano tan mío.

Ninguno de los dos te saborea
tan solo están ahí para alumbrarte
con su amor
gota a gota.

Mi pecho se rinde y cae y se duele del silencio y de la falta.

Una máquina un ritual una ventana
que da a los aparcamientos.

Y toda la tristeza que se vierte
con este chorro
blanco.

 

EL JUEGO DE LOS OTROS

Se me exige que diga quién soy.
Nada todavía, nada todavía.
ALBERT CAMUS

Sale de casa la mujer y viste
a todas las mujeres que la precedieron:
madres que amamantaron
a la heroína.

Su estómago muralla soportará el juego de los otros.

Y duda en sostener ese pasado
que acaso ¿fue mejor?

Sale de casa la mujer y arrastra
toda la urdimbre
de vocablos inútiles que la asfixian
(y mil palabras bomba para su cautiverio).

Sale de casa la mujer y sabe
que de este juego no la exime ni el dolor.

 

CONVERSACIONES CON LA ABUELA
No creo en los fantasmas que aparecen
para tranquilizar preguntas con su sombra
pero en silencio hilvano los sucesos:
le cuento que esta hija me ha nacido
también de su simiente
con su perfecto asombro
con su cristal tan irrompible.

Y hace brotar el agua de este páramo
le planta cara al miedo y lo reduce
a pájaros en vuelo.

No creo en los fantasmas pero llegas
a curarnos la boca
de pequeños guijarros.

 

CODA
Avanzo por el pasillo que transitan los muertos.
Busco el fulgor que acontece a la vida.
(Tú eres testigo de mi lucha).
Regreso por el corredor blanco con la hija intacta.
Pase lo que pase, he vencido.

 

POEMA INÉDITO DEL LIBRO © ESTA IRA
Las bendiciones curan
bien dicha la palabra Amor
desgarra
el cielo que te cubre
tus bronquios danzan
al compás
de una música amantísima
y abres tu boca de Mirla
sobre los glaciares

– mudas en polvo esquelas
talladas para ti –

pero no es la hora
– erróneamente limpiaron los nichos –
no es la hora

bien dicha la palabra Amor
funde los metales
los convierte en esta luz

porque no bastará con la poesía
un ave nos ha traído
tu corazón

las manos pueden sentir
el peso del aire
aferrándose a los muros
el deshielo de la voluntad
inmóvil todavía
sobre la herrumbre
sobre el frío            de este páramo

porque hemos sembrado Amor y compartimos
las palabras benditas
las bendiciones curan

una diminuta llama
alumbra ahora
un planeta donde nunca
amo nadie

 

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María García Zambrano (Elda. Alicante. España. 1973). Es licenciada en Periodismo y posee estudios de doctorado en literatura en la Universidad de Sevilla, posgrado en Letras Modernas en la Universidad Paris-Diderot, estudios de lingüística en la Pontificia Universidad Católica del Perú, y poesía hispanoamericana en Buenos Aires. En la actualidad trabaja como profesora de literatura en Madrid, donde reside. Además, imparte talleres y seminarios de poesía escrita por mujeres en distintas instituciones, y ha colaborado como crítica literaria en publicaciones como Turia, Nayagua o La libélula vaga. Tiene los libros: El sentido de este viaje (Aguaclara. 2007. Premio Paco Mollá); Menos miedo (Premio Carmen Conde de la Editorial Torremozas y semifinalista del Premio Ausiàs March al mejor poemario del 2012); La hija (El Sastre de Apollinaire, 2015 y Abisinia Editorial, Buenos Aires 2022); Diarios de la alegría (Sabina, 2019). Y el libro Esta ira, de próxima publicación. Sus versos aparecen en antologías como A poema abierto. Universidad de Salamanca. 2020; Insumisas (Baile del sol, 2019); En legítima defensa. Poetas en tiempos de crisis (Bartleby Editores); Voces del Extremo. Poesía y resistencia (Editorial Amargord, 2014)… Y en las revistas:  Turia, Revista de Occidente, Tendencias21, El coloquio de los perros, Nayagua, Barcelona Review, Santa Rabia magazine, o Nervo (Portugal). Sus versos están traducidos al rumano, portugués e italiano. Forma parte de la asociación de mujeres poetas Genialogías.

Algunos poemas pertenecen al libro ©La hija. Abisinia Editorial. Buenos Aires 2022, y el último es un poema inédito del libro Esta ira que saldrá próximamente.

Ilustración// Lucio Fontana, «El jardinero está arreglando el jardín», 1959.