Nostalgia del futuro

no extrañaré esa sombra

por Flavia Calise*

la sombra tiene ojos derretidos y me escupe las tetas para no tomar mi leche. el sueño parece un estado de trance arrinconado por dos mejillas rosáceas.
a los doce años menstrué por primera vez en un monoblock de quilmes oeste. en esa época el strass de cristal decoraba mi cuello y carteras diminutas. mi madre dormía gran parte del día. parecía una modelo anestesiada por el clima de lo cotidiano y el olor del aire frito. las bocinas la despabilaban y creía ser perseguida por un peugeot 504 rojo, pero lo extraño, decía, era que el conductor era distinto cada vez.

creo que lxs niñxs no tienen miedo, que lxs adultxs colocan electricidad en cada alambre de púa cercano para controlar cierto orden imaginario. también creo que amar tanto a alguien puede desdoblar la mente como una mano aboyando el papel de la idea que no sirve o un mago cortando a la mitad las piernas de una mujer acostada dentro de una caja zigzag. amar tanto a alguien debe parecerse a tener la paciencia larga de la vida.

desde los veinte años me preguntan cuándo voy a ser madre. ahora, atorada en los treinta, me hablan del tiempo con la urgencia de una polilla por entrar al cajón a devorar un buen vestido.
nunca quise ser madre. ni estando enamorada, ni sola, ni drogada, ni encantada con cada niñx que pasa por mi frente, con el que me empeño por jugar cada vez que sus xadres no me alejan.
no creo que mi padre quiera que tenga unx hijx, me parece gracioso pero sabio de su parte. mi madre hizo lo que pudo, como cualquier madre triste.

cada hornalla de mi casa parece a punto de explotar y mi entusiasmo cambia según pasan las horas.
el mundo es un espanto y nosotrxs, imbéciles. el mundo es un aterrizaje engrasado, una torpeza de un cuerpo que alguna vez disparó mal desde un cielo más alto que este. también es una maravilla por lo extraño, lo ridículo y la belleza de los objetos mojados por la lluvia: un color que el sol no podrá otorgar jamás; una palabra cambiando en cada continente para decir lo mismo, el amor a mi marido, el amor a mis amigxs, una canción sobre animales.

el color acuso también son lxs hijxs; quien no se moja, no comprende y yo no me quiero mojar, quiero ver derretida a la nube que me pisa. cuando me preguntan –una y otra vez- sobre mis razones y mi mal genio -algunxs con rabia- les digo que no quiero que nadie se parezca a mí. deberían callarse la boca y mirar la lluvia, de arriba hacia abajo. esas criaturas corriendo y siendo insoportables, también son mías, también las quiero, las quiero a todas. algunas poetas escribimos para ellas. pero el mundo de una madre es otro: no es egoísta, se expande y como dice freddie mercury, tras los días y el dolor de los errores, ¡aún hay alguien que te ama!

 

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Flavia Calise (1992, Buenos Aires). Es poeta, performer y curadora de los ciclos literarios “La leyenda del vampiro floral” y “¡¿Querés que llore?!”.
Fue parte de la antología poética “Martes verde” de poetas por el derecho al aborto legal.
Publicó los libros “Beso las flores antes de tirarlalas” (2018, Concreto editorial), “¿Qué es la ternura?” (2019, Concreto editorial), “La violencia de una estatua” (2020, Hexágono Editoras), “Mientras te llamo diseño mi tumba” (2021, Concreto editorial), “Chiste” (2023, Entre Río Ediciones) y “Sin fantasía nadie nada” (2024, Mansalva), entre otros.
Es docente del taller de poesía “Es importante besarse bailando de vez en cuando” y coordinadora de la clínica de obra “Clínica radiante”.

imagen/ IG: @oldschoolmoms