Nostalgia del futuro

Separación y segundo puerperio

Por Antonella Pantanetti*

De todas las cosas que podrían haberme desolado, de las que cuales podría haberme despedido porque nunca, jamás, hubiese fantaseado siquiera acariciarlas, entraba esto.

Lo que escribo no busca ser una narrativa sentimental sobre el final de un amor, es más bien la exploración de la pérdida y los inventos para sobrevivir a mi segundo puerperio y bueno, un desamor.

La idealización de la familia de cuatro feliz a la que compré el boleto desapareció del mundo y todo desde allí me sacudió con fuerza. Me atreví a morir obligadamente en un tiempo crudo donde el dolor y el miedo se impusieron, viajé a una guerra conmigo misma, desprecié mi alma, permanecí en vigilia durante noches con un bebé recién nacido que se retorcía de dolor de panza, suspiré mirando las estrellas mientras algo adentro ardía, le rogué a Dios que me libre de la culpa, vi fantasmas en las paredes de mi habitación inclinando sus sombras y riéndose a carcajadas. Pedí silencio, se lo imploré a cada uno de mis temerosos pensamientos que pedían presagio de futuro, encendí velas como aliadas de fuerza, y detesté los domingos de niños corriendo por los parques con padres unidos.

Me repaso en ese tiempo, olfateo esos momentos de desvelo.

¿Cómo puede contaminarse la alegría, la belleza de existir, lo que se tendría que sentir con la llegada de un segundo hijo, y sin embargo sentirse uno morir? ¿Cómo puede una madre conectarse al mundo con un corazón perforado que estalla de tristeza? Sobreviví por días. Ese bebé a quien yo le estaba ofreciendo un cuidado bastante automático, era también un salvavidas que me devolvía a la orilla cuando la ola me llevaba al fondo. Me resulta paradójico como la maternidad compensa.

No puedo ir a buscarme más en la experiencia con primera hija. He sentido desilusión, me he hecho la pregunta de, ¿por qué a mí viajando a lugares donde fui feliz?

No me he encontrado demasiadas respuestas, sólo puedo decir que sé muy bien que la huida no fue posible con dos criaturas, cada día fue una pérdida, una guachada del destino que me ha revolcado y me ha desafiado constantemente. No he huido, he luchado, entre la vulnerabilidad y la fuerza. No ha habido dolor más exigente que este.

Escribo, para dejar de juzgarme.

 

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Soy Antonella Pantanetti. Madre. Doula. Puericultora. Est Temprana y Psicopedagoga. Escribo porque es el único momento donde no me muevo.