Nostalgia del futuro

un día para celebrar

por lala martin*

Hace días que vengo pensando este texto pero no me siento a escribirlo. Llega el día y el texto todavía no está escrito, así que sale como sale, sale lo que sale. Me duele la cabeza. Hoy hace un año que operaron a Feli del corazón. Aunque desde hace ya un tiempo llevo un registro minucioso de los momentos importantes de nuestra vida, tengo apenas imágenes de ese día: sensaciones, flashes entrecortados que bien pueden pertenecer a escenas que realmente pasaron o no. La emocionalidad del recuerdo se vuelve materia sensible cuando se lo expone al paso del tiempo. Recuerdo que nos citaron muy temprano pero la operación empezó  pasado el mediodía. Escribo esto acá, así, como va saliendo, a ver si se me va el dolor de cabeza: esta es mi propia clínica emocional de la somatización. Recuerdo que las rodillas me temblaban debajo de la mesa del bar. Recuerdo horas como un chicle ya sin gusto que retenemos en la boca sin saber muy bien por qué. Pasó el tiempo, y encuentro esta foto que ahora comparto, una de las tantas que le sacó Tom a Feli cuando no nos venían a buscar para entrar a quirófano: hace un año casi ni pude ver a esta foto porque creía encontrar algo más en esa mirada; una pregunta, una inquietud. Hoy me pasa igual. Hay algo en los ojos de mi beba en esta imagen que me interpela a un nivel que casi me obliga a bajar la mirada: esta es la foto que, cuando me pongo a mirar sus fotos, paso rápido. Me acuerdo que cuando estábamos preparando todo, nos encontramos con otra familia que también tenía que operarle el cora a su hija (un par de años mayor que Feli), y pensábamos qué difícil hablar de una cirugía así con una criatura que ya comprende lo que le van a hacer. Feli era chiquita, esa era una charla que no íbamos a necesitar tener. Pero tuvimos otras, más privadas, más ligadas a aquello que no se sabe, aquello que no se dice ni se piensa y que, si llega a aparecer apenas en la superficie de algún pensamiento, en seguida se lo expulsa, casi como un exorcismo de emergencia. Tal vez ese agregado que yo encuentro en los ojos de Feli en esta foto es mi propia carga, mi propia manifestación de mamá que está por ver cómo su beba entra al quirófano para que le arreglen el corazón, manifestación de mamá que entiende lo que va a pasar pero que realmente no sabe qué va a pasar. Tal vez sea eso, tal vez no.

Hace algunas semanas nos dijeron que apareció una insuficiencia en la válvula del cora que le operaron hace un año pero que es algo que se esperaba porque el cuerpo va creciendo y va cambiando; y aunque por ahora hay que controlar y no hay mayores alarmas, confieso que cuando nos lo dijeron lo primero que pensé fue en ese día de la cirugía, en ese día otra vez. Me puse mal, después fui poniéndome mejor porque recordé que subir y bajar es parte del recorrido y ahora la pibita se calza una bikini y presume su pañal acuático como la mejor.

Anoche estábamos los tres en la cama y yo escribía la versión número mil de este texto en mi cabeza. Feli se quiso sentar (lo intenta, pero no se sienta sola todavía) y yo puse la mano para ayudarla pero la verdad es que estaba tan en la mía que no llegué a tocarla y no le hizo falta: se sentó sola y se sostuvo, sin ayuda, por un buen rato y sonreí, porque esa es la forma que tiene de demostrarme que mientras muchas veces yo me quedo trabada en las cosas que nos pasaron, ella sigue adelante.

Me doy cuenta que hoy es un día para celebrar.

Salió así, salió como salió.

 

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Lala Martin nació en Quilmes, en 1984.
Es licenciada en Comunicación Social.
Coordina encuentros y charlas sobre literatura. Es hincha de Lanús. Juega siempre healer. Le encantan los vampiros.
Publicó las obras Registro de la espera (Cielo de Pecas, 2023) y La bienvenida (Bombal, 2022). Comparte sus textos y fotografías en @lalu_martin.