Magia/Poesía

Natalia Romero

Madre e hija

¿Viste la nieve sobre los pinos?
Afuera el hielo no habla,
los fresnos, lejos, tampoco.
No queda más que romper y salir.
Buscar la punta del cristal
un sonido de cáscara
la marca que deja el miedo.
Nadie dijo muerte
nadie volvió a nombrarte.
Ni los pájaros.
Nací y el huevo ya estaba solo.
El cielo, intacto.
De un lado la quietud,
del otro, su apariencia.

 

Cría

Es simple.
Ayer la ví, mamá tenía un pantalón tiro alto
la cintura marcada,
los rulos sobre el cuello.
Una bufanda color azul que seguro tejió la abuela.
Mamá había hecho un pacto con el mundo,
podría reconocerme si volviera,
no cambié tanto con los años.
Podría escucharla si hago silencio.
Trato, pero a veces olvido la forma.
La tarde que vinieron los teros
dejaron tres huevos en medio del patio.
Salí a regar y cuando me acerqué
chillaron como si yo fuera una amenaza.
Salvajes cuidaban sus hijos y sentí orgullo.
Sus huevos van a nacer, ellos viven para eso.

 

 

Para Ana

I
Vi el cielo aclarar y entonces, dormí con la luz.
Estaba viniendo una tormenta
el viento movió los árboles
y los hizo sonar como el mar.
No se trata de lo que pueda decirte,
acá es un día de calor en diciembre.
¿Hace frío allá? ¿Sentiste entrar el aire helado?
Tuve miedo de que fuera cierto.
Lo que vino fue un golpe de aire
viento arrebatado que me zumbó.
Si estás muerta no te voy a ver más.
El destino no existe.
Cada estrella que titila está hablando
y quisiera saber lo que dice.

II
No sé qué voy a decirte en la próxima carta.
Algo del verano, de las olas quebradas en la orilla,
de los ojos que abro para que la sal
me queme un poco la vista.
No sé si sabés, tu papá me dijo
van a venir a este lado del océano
a tirar parte de tus cenizas.
Yo voy a estar ahí, le dije.
Pero voy a querer quedarme muda
y vos vas a ser de sal,
blanca como las gaviotas que se juntan
a la hora más linda de la tarde
a buscar su alimento.
Pero no, amar es otra cosa.
Nada de esto tiene que ver con despedirte.
A veces creo que si fuéramos sabias
como los peces, así de desprendidas,
con ese corazón que no abandona el agua,
así de posible sería morir.

III
Ella debe saber algo que no sé,
hace un rato me mandó fotos
y pude ver las cosas que mirabas.
Ella debe saber algo que no sé.
Qué tengo que hacer con tus cosas
que todavía están en el mundo.
Con la marca de tu letra en los libros
la nieve que no vimos,
las luces prendidas de la ventana de tu casa.
Tu voz, guardada en el video.
Qué hacer con el lago que hoy conocí.
Ella me mostró todo.
El azul del cielo, me pregunto si así lo veías
confundido con el agua.
Vi en las fotos hasta el reflejo de la ciudad en las nubes,
una playa abierta y otra vez,
el azul del cielo.

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Natalia Romero nació en Bahía Blanca en 1985. Publicó Nací en verano (2014). El otro lado de las cosas, la poesía como restauración de una voz en la obra de Diana Bellessi (2017), Puede que la muerte mienta, (2018). ABC mi primera cocina (2018). El principio luminoso, (2019). Coordina talleres de escritura desde2015. Estos poemas pertenecer a la nueva edición del libro ¨Puede que la muerte mienta¨ (2022).

 

Ilus/ Duilio Nicolás Pellizzer  @_duiyo