Por Marianela Casanova*
PARTO NATURAL LUEGO DE DOS CESÁREAS. PARTO POR RESISTENCIA. PARTO POR
ELLA. PARTO POR MÍ. PARTO POR ELLAS. Te concebimos en el monte, donde nos vinimos a vivir para cambiar radicalmente de vida. Las contracciones empezaron en casa, en ese mismo monte, un jueves, pero como no pensé que eran de parto ni de preparto, sino las de Braxton, me subí igual al avión que me llevaría a la ciudad de Buenos Aires para hacerme la última ecografía y otras cuestiones. Era la semana 35 y yo pensaba que, como con tu hermana, nacerías en la 42. Justamente ella, Roma, antes de subirme al avión dijo “Vita va a nacer en el auto”, la escuché atenta pero observé la situación y vi que no sucedería… En realidad, empezabas a nacer ahí, con ellos… Las contracciones eran irregulares y muy soportables, solo me hacían dejar de hablar pero nada más. El vuelo duraba menos de dos horas. Le decía a tu papá que después de varias ya había aprendido a “nadar las olas”. Esa noche fui, con vos en mi panza, a un aquelarre con amigas que te cantaron el arroró y con las mismas contracciones nos dormimos juntas con tu tía Xime. A la madrugada empecé a sentir que ya eran demasiadas contracciones… sentí un poco de miedo, pero faltaba poco para la ecografía así que me sentía segura, Xime me preparó un baño calentito en su bañadera que me dio alivio y descanso. Tu tía Dani me acompañó a la ecografía, donde se veía que estabas bien ubicada para nacer (aunque yo no lo vi) y las contracciones cada vez se hacían sentir más, ¡pero yo debía tenerte en San Luis, no en Buenos Aires! Todo estaba planificado para tenerte en casa o en la maternidad de San Luis, según se fueran dando las cosas. Entonces quise escaparme, volver a casa, subirme de nuevo al avión, pero no era viable ni aconsejado por mis parterxs y acompañantes. Fui a la casa de Dani, quien me puso una bolsa de agua caliente para llevar mejor las contracciones. Llegó tu tío y tu abuelo, me daban fuerza para continuar. Fue la tía Xime quien no pudo verme más así, tenía miedo como todos (yo no, yo sentía mil cosas pero no miedo) y me llevó al hospital. Tu tío manejó mientras yo iba atrás en su auto, ya medio doblada de las molestias que me provocaban las contracciones y los nervios, ¡ibas a nacer sin tu papá acá, sin tus hermanos acá! Ese no era el plan, pero las olas no paraban… Llegamos. Me dicen que tengo que entrar sola, lo cual ya me cae mal. La doctora me pregunta si estoy embarazada… le digo que necesito que entre mi amiga, Xime, y la hace entrar. Ella le explica la situación y me dice que me va a mandar al quirófano, porque si había tenido dos cesáreas, ahora había que hacer otra, sobre todo por la situación. La miro con mala cara, le digo que no quiero. Xime le pide hablar en privado con ella (en una palabra, le pide que me hable con más delicadeza), viene otra doctora y me dice lo mismo aunque con más empatía. Le dije lo mismo, que no, que yo no quería, que ya había pasado por dos cesáreas, que tiene que haber otra opción, que no iba a poder atravesar lo que tenía que atravesar con otra cesárea, que yo respetaba su trabajo y su atención, pero que me iba a ir a otro hospital por una segunda opinión. Y cuando estaba firmando mi responsabilidad para irme, Xime me ve demasiado doblada ya, me pregunta cómo estoy, y le digo, literalmente, “siento que me estoy haciendo caca, pero no tengo ganas”. Me sugiere ir al baño, ya que tenía que subirme al auto nuevamente y no estaba bueno viajar así. Y ahí sucede el milagro. Ahí actuaste vos, mi amor, mi eterno amor: se me dio por tocarme la vulva y sentí tu cabeza. Mi útero había hecho todo el trabajo, ya estaba con dilatación completa para recibirte, estabas naciendo… Le mostré a la doctora lo que estaba pasando y le dije, creo que llorando: “No me vas a operar, ¿no?”. Me llevaron a la sala de partos. Me querían hacer subir a la camilla que estaba alta con estribos todavía más altos, me pidieron que me suba y nuevamente me resistí. Les dije que no, que no iba a subir, que vos estabas saliendo para abajo… que no tenía sentido subirme, que quería quedarme así… parada… Me sentía salvaje. Me sentía extasiada de saber que estabas saliendo de mí, de saber que por fin, luego de dos cesáreas en las que no tuve voz ni voto, me podía imponer y hacer que nos respeten… dejar que la fisiología, y la magia, actuasen por sí solas… Alguien dijo “el banquito”… y cuando miré ahí estaba: el banquito de parto que tanto había deseado usar para tener a tu hermana… listo para nosotras (después me enteré de que estaba ahí gracias a unas doulas y la jefa del servicio). Me lancé sobre él y la magia siguió… yo no sabía bien qué hacer, ya no estaban las contracciones, o por lo menos ya no las sentía… naturalmente empecé a pujar y empezó a salir tu cabecita, yo sentía todo, sin nada de dolor, solo fuerza y mucha, mucha FELICIDAD, mucha alegría, mucha PAZ… Sí hubo un momento en el que pensé que no podía más y me entregué pero justo escuché la voz de Xime, que me tenía de la mano, y me alentó para poder seguir hasta que salió todo tu cuerpo… te acuné en mi cuerpo, te toqué, te besé, y te amé por siempre.
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Marianela Casanova. Doula, docente y licenciada en Letras, asistente Montessori, Guía de Educación Viva y diplomada en Infancia, Pedagogía y Educación. También se formó en pedagogía Pikler y pedagogía Waldorf. Luego de finalizar su Diplomatura Superior en Infancia, Pedagogía y Educación (FLACSO), escribió Libreniñez y, junto a su familia, se mudó al Monte de San Luis, Argentina.