Por Ivana Gorosito*
«Si sigue sentado vamos a tener que programar una cesárea» me dijo mi obstetra después de varias ecografías, viendo que no había cambios.
Nos negamos a esperar de brazos cruzados, buscamos info, mi profe me dio ejercicios de yoga para que se gire (gracias @silvinalobopoblet), y pedimos opinión a nuestra partera para que nos guíe. Queríamos hacer todos los intentos para que se dé vuelta, queríamos saber hasta cuándo podía suceder…
En la semana 36 el obstetra me dijo que ya podíamos ir agendando fecha y me sentí muy incómoda: llevo años rigiendo mi vida con agendas, recordatorios, alarmas… no quería que la llegada de nuestro hijo fuera una alarma más en mi celular ni una fecha conveniente para el médico. Entonces le pregunté si había algún riesgo en esperar a que iniciara el trabajo de parto: ya que sabíamos que iba a cesárea, quería iniciar al menos ese proceso de manera espontánea, que Nilo no fuese sacado de la panza antes de que estuviese listo…que él eligiera el día en el que llegaría al mundo. Al médico no le gustó mucho la idea pero respetó mi pedido. Mientras no hubiese riesgo, íbamos a esperar.
Y así llegamos a la semana 40, sin agendas ni apuros, en contacto permanente con el obstetra y nuestra partera para no hacer lío.
El jueves por la noche, después de cenar, empecé con contracciones: me fui a recostar porque eran fuertes, pero irregulares. Duraron toda la noche, Nilo se movía sin parar, no había manta eléctrica ni masajes que me calmaran. Esperé al amanecer para llamar a Marina, no quería despertarla ya que seguían siendo contracciones irregulares. Le conté cómo estaba y me dijo que hablaría con mi médico. 5 minutos después me llamó: el obstetra estaba aislado porque su hijo tenía fiebre, y en plena cuarentena eso era sospecha de covid. «Te va a atender el obstetra de guardia, te conseguí turno para quirófano para las 11, venite YA»
Nos bañamos, pedimos un auto y nos fuimos.
Llegamos al sanatorio y la partera nos esperaba con todo listo. La conocimos ahí, con barbijo, nunca nos vimos las caras pero con sus ojos me alentaba mientras yo temblaba, iba a conocer a nuestro hijo, no lo podía creer.
Mientras Lu dejaba las cosas en la habitación y se cambiaba, me hicieron tacto: el cuello del útero ya estaba borrado, señal de que Nilo efectivamente ya estaba listo para nacer.
En el quirófano Marina me daba la mano y me presentaba a todo el equipo, me puso música, y me preguntó si iba a querer fotos: mis ojos se llenaron de lágrimas y mi corazón de alivio.
A los pocos minutos sentí una mano sobre la mía: Lu ya estaba conmigo. Estábamos listos. Los médicos hablaban, empezó a sonar por «causalidad» una canción que amo (You learn de Alanis Morissette) y se bajó el telón para ver la escena más hermosa de nuestras vidas: Nilo, nuestro hijo, estaba ahí todo chiquito e indefenso, llegando al mundo con esa carita de susto. Era hermoso, era real, finamente estaba ahí con nosotres. Nilo, como el río, lleno de vida.
Esperaron para cortar el cordón y nos lo alcanzaron: el barbijo no me dejaba darle un beso, no podía correrlo de los nervios, pero poco importaba.
Lo llevaron a vacunar y pesar pero no volvió con papá: necesitaba un poco de oxígeno, entones quedó en neo una hora más hasta que lo llevaron a la habitación. Cuando me lo dijeron me desesperé, me faltaba el aire y tenía náuseas, quería moverme y no podía, pero todo el equipo médico estuvo ahí para contenerme. Fue la hora más larga de mi vida, yo quería que vuelva para tener nuestra hora sagrada y darle la teta mientras me terminaban de coser, pero hoy agradezco que le hayan hecho el control al instante (aunque me costó muchos meses desenojarme con esto) porque realmente necesitaba asistencia.
Cuando lo trajeron a la habitación lo puse sobre mi pecho y ahí nos quedamos, recuperando esa hora, conociéndonos, y así seguimos 9 meses después.
Dudé mucho sobre contar mi parto porque es muy íntimo, pero después del encuentro con la tribu de @maternalida siento que esta experiencia quizás le pueda servir a alguna familia que esté en una situación similar: nosotres hicimos todo lo posible para evitarla porque sentíamos que queríamos agotar todos los recursos mientras no hubiese riesgos pero no pudo ser, y gracias a ella nuestro hijo nació sano y salvo, en un entorno de respeto pese al contexto. Muchas veces son in-necesarias, pero muchas otras son el único camino, y ninguna mujer es menos madre por eso.
El parto es nuestro.
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