Relatos/Partos

Belén Zavallo

27 de julio: el día que pude escribirte el parto

Tengo las piernas apoyadas en una especie de espuelas pero rígidas. No monto un caballo pero parezco un animal que recién cazaron. Se me resbalan los pies y la partera me pregunta si quiero que me los sujete y ata mis tobillos, les da una vuelta con unos lazos que parecen látigos o fustas. Algo para que la bestia no se escape. Grito con un grito que me abre la garganta. Mi voz es un carozo de durazno que se parte y adentro cae una semilla. Grito con fuerza, no sé de dónde pero encuentro un rastro, un cimbronazo que me tironea desde el piso, una tanza que pica con plomada desde más abajo que el ombligo. Tengo piso, un suelo en el que estoy caída. Un suelo o una cueva desde la que abro la boca apretando los dientes. Rastrillo el aire desde el tubo por donde aflora un sonido gutural. Volví a no saber hablar. Me quedan largas las palabras pero grito ayuda. Ayuda. Ayuda. Y me dicen vas bien, mamita. Una más que vas muy bien, mamita. Me hablan con el tono que se le habla al recién nacido pero se dirigen a mí. Mirá, mirá, Belén, mirá, ya está saliendo, mirá Belén. Elijo cerrar los ojos. Mi mentón se apoya en las clavículas. Me acuerdo cuando me quebré una como una rama desgajada pero de repente, el dolor que me zanjaba el suelo se corta. Me apoyan tu cuerpo en el pecho y me mirás y te miro y nos reímos. Te juro que nos reímos. Lloré tanto antes para adentro del miedo a romperte y ahora estás armada entera moviéndote encima de mi cara que se inunda de una anestesia que no se inyecta. Sos vos una calma, una nube que baja al ras y me levanta.
Viene un enfermero y empiezo a escuchar que me felicitan. Por un momento estuve abajo del agua sin hablar sin decir sin que me penetren las bocanadas ajenas. Solas vos y yo. Como pedí antes, no quiero Dani que entres. Por favor, vos tampoco Pipi. Es mi cuerpo y voy a estar más tranquila sola con mi médica y mi partera y lo entendieron porque saben que cuando digo, decreto. Pero ahora viene un enfermero con un rodete dorado divino. Le miro el pelo y las cejas perfiladas, hace mucho yo no me depilo ni pinto las uñas ni me hago mechitas, pienso en esta pandemia de porquería que dejó atrás hasta el espejo pero él tiene bótox en los labios y pómulos marcados y pone la cara como si estuviese por soplar una vela de cumpleaños, ayer 19 fue el mío pero quedó la torta cerrada en el paquete, no me entraba ni una respiración más. Después iba a venir tu tía a conocerte y me iba a acordar y les iba a decir festejemos mis treinta y ocho en la cama, una fiesta íntima entre las caras que más quiero. El enfermero te alza igual que Cam en Modern Family con el fondo de música del Rey León y me río sola sin encontrar complicidad porque mientras veo esa escena, me cosen y una puntada me devuelve al dolor.  La doctora tiene apoyados los anteojos en la punta de la nariz y me borda como si se tratase de una sábana que se rajó con el alambre del tendedero, me dice acá la piel es más fina por eso lo sentís más. Antes me mostró la plancenta y no me impresionó, ya la había visto una vez para siempre a los dieciocho años. A vos el pediatra te está midiendo y pesando. El enfermero estrella-glitter-tatuaje-arito-pelosedoso-músculos-brochecitobrillante canta algo y yo renuevo mi amor al orgullo gay. Pienso en Washi y Ferny, en todos mis amigos poetas que se maquillan las pestañas para leer y tienen en el baño cosas de todo moda que ni Pipi compra. En la fiesta de recepción de su secundaria, ella entró al salón escoltada de los brazos de los dos con un vestido nude bordado en el escote con piedras que compramos con Washi en Once. En nuestra mesa todos aplaudimos, estaban tu papá, tu abuela, Cari y Pablo, Maru y Lola, Tavi y Vani. Comimos y nos reímos del flequillo de madre, Washi le bailó como Ricky Maravilla. Con Pipi bailamos juntas el vals y en las fotos se nota nuestra alegría. Ahora nosotras estamos en la camilla y tu papá no puede pasar una línea pero la cruza y nos abraza y besa y dice las amo-las amo. El médico que te va a cuidar se acerca a saludarlo y nos sacamos una foto con él. Es la primera imagen nuestra con tu pediatra y conmigo que saca tu papá y se la manda a todos sus contactos. Yo la subo después en mis redes. Me llegan mil mensajes.
En veinte minutos naciste, Francisca y con los ojos abiertos. Y fuimos la gota de mercurio que se vuelve a unir después del estallido.

 

>>>

Ella/ Belén Zavallo (Paraná, 1982) docente y coordinadora del taller Nos/Otros en el texto, edita la sección Entre Versos de la Revista Análisis. Organiza los ciclos literarios “Las trincheras del poema” y “Nosotres nos leemos” junto a otros poetas.
Publicó Todos tenemos un jardín (ed. camalote, 2019) y participa de la antología, homenaje a Olga Orozco, Otras nosotras mismas (Agua Viva ed. 2020).