Relatos/Partos

Botones diminutos

Por Francine Oeyen*

I.
Hace muchos meses que empezaste a venir. Una noche de marzo lo estaba durmiendo a tu hermano, todavía quería upa en el sillón y se acurrucaba para dormirse. Cuando lo ví con los ojos cerrados me salió decirle: “yo te prometo que si viene otro bebé yo los voy a querer mucho a los dos y nunca les va a faltar nada a ninguno.”

Boris abrió los ojos de golpe:

“-Y yo te prometo que cuando venga el bebé yo le voy a abrir la cama de abajo para que duerma conmigo.”

Cerró los ojos otra vez y me dejó sola en la oscuridad.

 

II.
La espera se hizo larga, tan larga que fui a ver a un médico chino especialista en fertilidad.

“-Este tratamiento mejora la cantidad y la calidad de los óvulos e incluso en algunos casos estimula la codificación de folículos que están en las reservas del ovario, sin material genético.”

Ajá. Traer niños desde lejos, de los confines del universo, de donde no parecían querer venir solos. Me interesa.

 

III.
Muchas sesiones de acupuntura más tarde entendí que tenía que buscarte en mis terrenos más hondos: el deseo de tener una hija, de cederle partes mías, de arrojarme otra vez al misterioso mar de la maternidad. Y entonces te encontré nadando adentro mío, primero en mi silencio y después en mi vientre.

 

IV.
Papá siempre estuvo listo; el recuento alto, la ansiedad baja, la confianza imperturbable.

 

V.
En febrero tuve algunas pérdidas, dos infecciones urinarias que me pusieron un mes en reposo.

“A esta bebita la voy a sacar a las 40 semanas, como un budín que sale del horno tan listo que se despega solo del molde”.

Con el miedo clavado en la cintura repetía mi mantra y sonreía, tratando de creer en el poder de las afirmaciones.

Cuando pasó el susto llegó la cuarentena, nos encerramos a tachar las semanas en el calendario y a cada rato volvía a mi cabeza la imagen del budín que sale listo del horno.

 

VI.
Llegó mayo con las últimas semanas de embarazo y escribí un conjuro setentista.

“Quiero parir una luna, una roca, un sol, un animal peludo y corajudo, inocente potencia, un grito de guerra, un comienzo arrollador, una flor delicada en el viento, un dedo que denuncie a viva voz las injusticias. Un aliento dulce, una pelusa fina, la sorpresa ancestral, la sonrisa, una estrella.

Quiero que empuje y que sea, que grite y sacuda, otra vez, todo lo que fui.”

 

VII.
La primera noche fría del año se nos rompió la estufa y elegiste llegar con el alba. No vimos el amanecer desde la sala de partos pero llegaste al mundo a las 7.48, cuatro minutos antes de que saliera el sol.

Empujé todo el miedo, la ansiedad, la urgencia y las dudas consciente de que se terminaba una etapa. Ya no seríamos tres, ya no sería una.

Saliste dura y esponjosa, resbaladiza y sólida, te abriste camino entre mis piernas y trepaste hasta mis brazos, ese corto recorrido que se me hizo tan largo.

 

VIII.
Tus manos son las manos de mi abuela, con las uñas en forma de almendra, las yemas flojas y las palmas calientes.

Sos todas las anteriores y una completamente nueva. Me asombran tus gestos humanos y tus rasgos animales. Sos puro cuerpo, pura fisiología y a la vez tenés algo sabio en la mirada, un reflejo ancestral que lo vio todo mientras cruzaba el universo para llegar hasta mi casa.

 

IX.
Te visto con saquitos rosas de botones diminutos, ochos en el frente, vainillas en los puños. Son tejidos por todas las que pasaron antes; nos dejaron en herencia abrazos y abrigo para su estirpe. Cada vez que nace un bebé en la familia sus manos atraviesan el tiempo y las tenemos cerca un rato.

Quizás en un par de inviernos, cuando hables y camines y ya no me pidas upa para dormirte, en la noche silenciosa decida aprender a tejer.

 

X.
Bienvenida budín. Quedémonos siempre juntas.

 

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Ella/Francine OeyenNací en 1984 en la caótica y elegante Buenos Aires. Estudié Artes Visuales en la UNA y trabajé tres años en agencias de Publicidad. Viajé mucho por América Latina y me enamoré de las técnicas textiles y el trabajo artesanal. Sin mucho orden pinto, dibujo, bordo, escribo y desde el 2006 me dedico al diseño de joyas y accesorios de moda.
En 2011 me mudé a la prolija y planificada Londres, en donde hice un Master en Diseño de Joyas en Central Saint Martins y trabajé durante seis años para distintas marcas, diseñando y produciendo accesorios.
En 2017 volví a Buenos Aires con un hijo de un año, un trabajo a distancia y los pájaros volados. Actualmente vivo en los suburbios con mi familia de cuatro. Estoy en cuarentena, cansada y puérpera pero la mayor parte del tiempo me siento feliz. Sigo buscando la elegancia en la desprolijidad y la belleza en el desorden, a veces me siento muy cerca de encontrarlas.