Nostalgia del futuro

Diario de fin de semana por medio

Francisco Cascallares*

Durmieron por segunda noche consecutiva sin malos sueños. En toda la noche él solo se despertó una vez y volvió a dormirse. Ya no odian la piecita de la casa de mis viejos, me parece. Las tres camas pegadas una a la otra a la otra son nuestra balsa y el piso es el mar en un cuarto lleno de islotes llamados mesita y tele y puf. Hay muebles acantilados y altísimos y yo tengo a mano el sombrero pirata que una vez compramos en Disney. Es genuino. Es un talismán. Anoche funcionó para consignar algunas órdenes sencillas. Hoy desayunaron tostadas, miel, nesquik, a bordo. Cuatro simples ella, tres él con miel. Lo serví en cubierta en una bandeja que encontré. Ella mira tele por sus puños catalejos un ratito; su mismo cuerpo es el juguete. Después deja el juego a un costado y sigue viendo a pesar de que los cátodos vencidos destiñan la pantalla por arriba de cián y por abajo de magenta. Él se fue a los acantilados a dibujar y cada vez que se mueve desconecta la tele pero no importa, hacemos que no importa, tratamos que no importe. Los picaron tres mosquitos por la noche, dos a ella y uno a él. Se rascaban, a él uno le parecía normal; ella estaba enojada con el aire y dijo algo tierno y confundido pero no llegué a anotarlo y olvidé el detalle. Él no tenía hambre y dejó el nesquik por la mitad. No tenía calzoncillos para él y contemplé el de ayer estirado y lo olí y le dije acá, este. Se visten con algunas cosas de hoy y algunas de antes y en eso también se parecen a piratas que alguna vez vivían otras vidas.

Con el sombrero genuino de capitán los arengo a bañarse y rugimos como piratas roñosos y les enseño a tirar el azar al aire con una moneda. No tengo doblones de oro. Esta es real, chiquita, y decepciona. Pero no importa y tal vez no nos importe. Igual rota a la velocidad de los helicópteros y de los colibríes, que son un poco lo mismo, y mirarla suspendida en el aire –el punto en que pierde la inercia pero sigue siendo un borrón– es pura magia, magia gratis: los tres con los ojos encandilados por la moneda que flota como un hada de verdad sobre la balsa pirata en el medio de un mar rayado por una fantástica infinidad de peligros reales.

 

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Texto/ Francisco Cascallares nació en 1974 en provincia de Buenos Aires. Es escritor, editor y tallerista (tallerlit.com). Publicó los libros de cuentos Cómo escribir sin obstáculos (Pánico el pánico, 2013), Principio de fuga (Notanpuan, 2016) y Un mundo exacto (Marciana, 2018), parte de un proyecto que incluirá dos libros más. Compone canciones. Vive la mitad de cada semana con sus dos hijos, Lulo y Tatu, en el mejor de los mundos posibles.