Relatos/Partos

Parir a la inglesa

Por Macarena Alvarez*

Vivo en Inglaterra por una cuestión del corazón. Conocí a quien hoy es mi marido en un pub de Camden Town un fin de semana que vine a Londres de visita con mi mejor amiga. Yo vivía en Madrid. Se acercó él con la excusa de que escuchó que hablábamos español. I lived in Barcelona, I speak spanish. Me acuerdo que después de charlar un largo rato entre los tres, mi amiga me dijo al oído: Te aviso que te está tirando onda. Y yo: ¿vos decís? Y se ve que tenía razón porque después de intercambiar teléfonos y un par de besos, me vino a visitar a España y nació el amor. Pasaron unos meses (no muchos) y yo me mudé a Londres. Porque ¿por qué no? La cosa funcionó y se puso seria. Tan seria que después de tres años de ese fin de semana, decidimos formar una familia.

Es sabido que en Inglaterra las cosas son diferentes. Una mujer extranjera se queda embarazada por primera vez y ¿qué hace?, ¿a quién acude? Bueno, a la página de Internet del National Health Service o NHS que es el servicio británico de salud pública. Entrás, vas a la sección maternidad, ponés tu código postal, tu teléfono, tu national insurance number y te dan un listado de hospitales ubicados cerca de tu casa. Elijo el más cercano. Al día siguiente suena el celular.

-Hi?

Y ahí me explica: Soy tu midwife. Y además de felicitarme, me da un turno. En esa primera cita me entero que la midwife es la persona que me va a atender durante todo mi embarazo. Una combinación de partera y matrona. Como la mía tiene 40 años de experiencia me quedo tranquila. Se llama Kim. ¿No voy a ver a un obstetra entonces? No. Me da un cuaderno que voy a usar durante nueve meses cada vez que vaya a verla. Ahí anota todo. Historia clínica, resultados de análisis, ecografías, latidos del bebé, hasta mis estados anímicos. Le pregunto a Nick, mi marido: ¿Estás seguro de que no tengo que pagar nada? Me dice con toda naturalidad que no. ¿Ni una libra? Nada.

Primera diferencia con el procedimiento argentino: No necesito obra social para tener una asistencia médica de calidad. Segunda diferencia: No tengo que adentrarme en la búsqueda de un obstetra. Esa pesquisa que a mis amigas, las madres, les produce tanto estrés porque quieren alguien que les asegure un parto respetado y humanizado, como si fuera mucho pedir. A mí me adjudican una. Si no me hubiera gustado, podría haberla cambiado. Pero me gustó. Y cada vez me doy más cuenta de lo suertuda que soy de vivir en un país en que el sistema de salud pública es, por lo menos para las embarazadas, de lo mejor que hay en el mundo.

Los meses avanzan, la panza crece. Me voy enterando más cosas. Puedo elegir parir en casa, en el hospital o en un midwife centre. Kim o cualquier miembro de su equipo me apoyan tome la decisión que tome. Remarco esto: es mi decisión. Elijo hospital pero me desanimo cuando Kim me avisa que no sabe si va a estar en mi parto. Si justo el día que llego al hospital lista para parir ella está trabajando, buenísimo, me atiende, pero si no, me toca la midwife que esté de turno. Mi cara empalidece. Don´t worry! Everything will be fine. Y me propone que Catherine, una estudiante irlandesa que está haciendo sus prácticas en el hospital, me acompañe. La chica me cae bien así que agendo su teléfono y prometo llamarla cuando rompa bolsa.

Mientras el embarazo progresa, leo, investigo, hablo por Whatsapp con mis amigas de allá. Les cuento mi experiencia. No pueden creer lo avanzados que son los british. Y tampoco pueden creer que solo me hagan dos ecografías. La primera es a los tres meses. Recién ahí confirmo mi embarazo. Veo la forma de un bebé y pienso: existe. La segunda es a los cuatro meses. Ahí me dicen el sexo. It´s a boy! Y me informan que todo va bien. Me quedan cinco meses para el parto pero no va a haber más ecografías, a no ser que la midwife considere que me hagan otra por algún motivo específico. Tercera diferencia con el procedimiento médico argentino: lo justo y necesario.

Empiezo a adentrarme en el tema parto. Veo videos, leo artículos, me bajo aplicaciones, empiezo yoga para embarazadas. Cuando hablo con Kim sobre el tema me da un folleto con información sobre “painkillers”. Otra vez: es tu decisión. ¿No me van a dar la epidural? Me responde que si yo lo deseo puedo pedirla en el plan de parto y presentarlo el día que ingrese al hospital, pero que acá la mayoría de mujeres dan a luz naturalmente, sin anestesia. Esta viene a ser la cuarta diferencia. Pero en mi país por lo general no se cuestiona la epidural, de hecho lo raro es que no te la pongan. Well, acá es al revés. Y esto lo confirmo en el curso de preparto, en donde se encargan de enfatizar este aspecto. El cuerpo de la mujer está preparado para expulsar a un bebé. Se puede.

Llega el momento de armar mi plan de parto. Pongo que quiero epidural. Esto significa que en vez de parir en el birth centre que manejan las midwifes dentro del hospital, voy a parir en la labour Ward, que es lo equivalente a una sala de partos de cualquier hospital argentino. El birth centre tiene bañadera, cintas colgantes, cama matrimonial, pelota. Parece una sala de juegos. Me llama pero me da miedo no soportar el dolor. Y si voy al labour ward sé que hay anestesistas a mano, así que opto por lo seguro.

El día que rompo bolsa se cumple mi semana 40+5. Manejo una ansiedad importante y corro a la guardia entusiasmadísima a eso de las cinco de la tarde. Me chequean y comprueban que dilatación cero. Go home, love. Lo miro a Nick y los dos preguntamos: ¿Y ahora qué? Si empezás con contracciones cada tres minutos, volvé. Si no, mañana te inducimos. Ok. Le escribo a Kim y a la estudiante irlandesa. Kim no contesta y la estudiante me dice que está fuera de Londres. Pienso que con Nick hacemos un buen equipo. Vamos a lograrlo.

En casa nos disponemos a ver una serie, comer una lasagna, disfrutar de nuestro último sábado a solas, pero todo se desmorona cuando siento la panza dura y un dolor como de menstruación pero multiplicado por mil. Sí, contracción. Aguanto hasta las diez que muy dolorida le pido a Nick: Llamá a un Uber. Llegamos en cinco minutos y yo ya estoy a los gritos. Me examinan primera. Dilatación: 2. Pido algo, algo que me calme. La epidural no es opción porque tengo que tener mínimo cinco de dilatación. Me ofrecen “diamorphine”. Nick dice que no y yo que sí al mismo tiempo. Me inyectan heroína, básicamente. El efecto dura cuatro horas pero el dolor no se va. Estoy semimuerta. Mi mamá aparece un rato y me da la mano. Nick me dice cosas lindas. Yo, según él, lo miro con ojos vacíos. Se va el efecto y pido otra dosis o cesárea. No puedo más. La midwife de turno me examina a las seis de la mañana y grita: Oh, Darling, you´re ready. You need to go to the labour Ward! Pido con un hilo de voz, una vez más, la epidural. Estoy dilatada a diez, lo que significa que ya no es necesaria porque no me va a hacer efecto.

Y lo que sigue pasa en cámara rápida. Silla de ruedas, dos midwifes desconocidas que no tienen más de cincuenta años entre las dos, pelota, contracciones, pérdida de líquido amniótico y muchas otras cosas, pujos descomunales, máscara de gas, mano de Nick, pujos y más pujos. A la hora y cuarto me informan que la cabeza del bebé está torcida y que necesitan ayuda. Ahí sí veo, por primera vez, a una obstetra. Me pregunta si puede mover la cabeza, pincharme la vejiga y sacarlo con fórceps. A todo digo que sí. Acto seguido la sala se llena de médicos y yo sigo pujando. Good girl, one more! Push! One more! There he is! Un bebé lleno de sangre y con la cabeza enconada pega alaridos al mundo. Nick corta el cordón y me lo pone en el pecho. Yo estoy pero no estoy. El dolor desaparece. Sé que me están cosiendo pero no me importa nada. De nada. Mi hijo salió de mi cuerpo. Mi hijo nació. Son las 7.37 del domingo 19 de junio. Llueve. Y es el día del padre. En Argentina también. A veces, solo a veces, las cosas en Inglaterra no son tan diferentes. Especialmente, después de dar a luz.

 

 

 

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Ella/ Macarena Alvarez nació en Buenos Aires en 1984. Actualmente reside en Londres. Publicó el libro de cuentos Ecos de voces que no se rinden, en el año 2010 y la novela Los meses inciertos en 2016. Fundó la Revista Antídoto en 2017, que se puede ver en https://revistaantidoto2.mitiendanube.com/Sus trabajos se pueden ver en https://www.makialvarez.com/