Desde que decidimos buscar un hijo nuestros cuerpos se desnudaron de un modo diferente. Piel sobre piel hasta ser agua. Tanto calor. Tanto abrigo.
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Entredormida pienso: no sé si podré embarazarme.
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Mamá nunca buscó quedar embarazada. Dice que fuimos nosotros quiénes la buscamos a ella. Yo también quiero tener un hijo así, sin pensarlo.
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Al año de haber parido, la ballena deja de amamantar a su cría. La técnica que usa es la de ponerse panza arriba para que el ballenato no pueda alcanzarla.
Más que madre, me gustaría ser padre. Ver el parto desde lejos o desmayarme y que me saquen al pasillo, intentar dar lo mejor de mí pero no llegar nunca a entender qué siente una mujer al ver cómo ese conjunto de células que se gestó en su vientre sale al mundo y lo transforma todo.
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¿Cuál será el gesto que revele el amor de una ballena a su cría? ¿Cómo se amasa el pan abajo del agua?
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Me gustaría ser una flor. Soltar la semilla en otoño y que la primavera me traiga un hijo.
También me imagino pájaro. Armar el nido ramita por ramita con paciencia. Poner un huevo, darle calor. Esperar.
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¿Somos los únicos mamíferos que desean reproducirse y no lo logran?
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¿Cuando crecen, las ballenas dejan de ser hijas?
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Pilar Cimadevilla nació en Trelew en 1986. Publicó Ofrenda en 2021 por Indigo Editoras (España), Lenguaje Marino (Pánico el pánico), y El mar avanza hacía sí mismo (Emecé). Es docente universitaria, investiga para CONICET y coordina talleres de escritura.
Pintura: Milagros Pochat