Magia/Poesía

Martín Rodríguez

Familias del fin de un mundo

Hubo un tiempo que fue hermoso y duró poco.
Hubo canciones de fogón
que murieron en el fuego.
Hubo una familia internada en un bosque,
que enseñaba valores.
Duró poco.
Tu pelo era el arreo,
ardía y hasta había que pisarlo.
Mi tierra fue tu cuerpo.
Llevamos la huella de un primate y la tapamos.
Llegar a la última estación.
Que no te agarren.
Oh, me ha tocado una madre tan bella.
Camino en puntas de pie.
“Tin, tin”, golpea el vidrio un picaflor.
Trae la velocidad que abandonamos.
Casa del bosque, a despertar.
Yosa Buson escribió
Niña muda
convertida en mujer:
ya se perfuma.
Nos quedamos afuera esperando que termines de
arreglarte.
Así hacen los chicos con sus madres.

 

Astillas del mismo palo

De repente las oí.
Eran todas o algunas,
y si mi memoria
fuera un árbol
ellas serían sus frutos:
las palabras de mi madre,
su modo de hablar.
Algunas traídas de los pelos del campo
de su santa federación.
Algunas eran señales
de que la bomba iba a explotar.
Tengo una chinche bárbara, decía
mientras tiraba el cuerito para curar el empacho,
Te gritaba ¡lacra!
¡qué tupé hablarle así a la que te parió!
¡tenés un pedo machazo!, decía.
¿Qué hacía? ¿Las perfeccionaba?
Esperabas una biaba apretando los dientes,
se hacía desierto alrededor
el cuarto oscuro: antes había dicho
esperame ahí.
¡El viejo nos cagó!,
gritaba ya en charla lejana.
Y esas palabras usadas como medias
usadas adentro del departamento,
usadas de algodón blanco y algodón negro.
Cuchame una cosa, decía
mirándote fijo si te mandabas alguna
y oías los talones de su trote
que convertían el piso en polvareda.
El cintazo cortaba el aire en dos,
y te ponías en estado de alerta
y movilización,
pum, oído en tierra,
viento del malón,
palabras revoleadas,
idioma de cuero.

 

RECONQUISTA

El río ése de la foto, ¿qué trae?
¿Ramas, ramalazos, pedazos de árboles
de un monte talado,
en toda esa correntada mareada
venida del fondo?
Al Dique Cascallares vamos
a enjuagarnos y volver a la ciudad
lo más plateados que se pueda
como nuevos,
como pesca en el balde.
Las historias de la familia que se contaban ahí:
tu madre, una sirena de un río barroso.

 

Animales

Prendí la luz del cuarto
y tan rápido
que encontré a la lámpara
rota con un pájaro
buscando entrar a la luz.
Había animales por todos lados
el día que dijo: no comeré más carne.
Alivio, respiración,
un chancho comido por las moscas
iba silbando, ciego,
con un peine en la axila.
No comerá más carne.
No habrá cacería.
¿No les pasa?
Pasa en todas las familias.
Un día se comen los ojos,
al otro día en el Edén.
“El fuego de mi casa lo logro
raspando los talones de mis hijos”.
Así era un haiku suyo,
puedo recitarlos de memoria.
Una familia adentro de un departamento
calienta su bosque, da al pulmón
de manzana y en el hervor del coliflor
una voz asomada para decir:
soy el venado cazado.
Si Jesús pisaba esa sopa tan hervida
dejaba sus talones rojos flotando.
Una vez en San Clemente la sopa me cayó encima
en el pecho, era una lava
la reputísima madre que me parió, gritaste.

¡El último viaje será el primero!

Un 111 que tomamos al centro, ¿te acordás?
Me enseñaste la ciudad, las plazas
las iglesias.
Entramos a rezar en una
y pediste distancia.
Desde esa vez pensé:
hablarle es interrumpir su oración.

 

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*Él// Martín Rodríguez es porteño, nació el 8 de abril de 1978. Poeta y columnista político, es también editor y fundador de la revista Panamá. Publicó muchos libros de poemas como Agua negra, Maternidad Sardá, Paniagua y Ministerio de desarrollo social, entre otros. También tiene libros de ensayos como Orden y progresismo. Los años kirchneristas y La grieta desnuda, junto a su amigo Pablo Touzon. Los poemas aquí citados corresponden a su último libro de poesía Balada para una prisionera, publicado por Caleta Olivia. @Tintalimon @caletaoliviapoesia