Nostalgia del futuro

Kitchari

por Valeria Berman*

Te miro de perfil y veo tu oreja lastimada, rápidamente tiendo a sacarte las cascaritas de piel, me corres la mano y me explicás que eso es lo que te hacés de noche, la violencia de sobrepensar que agita tu dedo hasta hacerte sangrar. La escucha herida ¿será? Vamos en un taxi a lo de los abuelos a pasar fin de año. Tenés 23 años y yo ningún hisopo para limpiarte, estamos terminando el año en el que una depresión te detuvo. Alto, el mundo adulto es un lugar horrible, te dijo.

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Abrigo, siempre pendiente de que no te destaparas. Aunque fuera verano en la cuna sobraban mantas, te miraba y te tapaba cada media hora. Con los ojos te nombraba y te ungía, con las mantas recreaba el nido. El frío fue mi mayor amenaza, pasé los primeros años sin darme cuenta que mientras por arriba nos cobijaba el algodón, por dentro nos crecía una estepa, desolada, una infancia de padres en guerra, te di.

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El Kitchari es un plato ayurvédico que se prepara con arroz basmanti y porotos moon, el Kitchari es la comida que las madres indias le dan a los hijos cuando se sienten mal, un remedio casero, la gota de leche hecha guiso. Tu plato favorito. Estoy sentada en el sillón, el living quedó semi vacío, unos pocos almohadones tirados. ¿Cómo queda una casa después de una media mudanza? Te llevaste tu cama, el escritorio, una biblioteca, te di todos los electrodomésticos porque “total yo me compro de nuevo”, hasta la mesita de comer te di. Vas a estrenar tu departamento con fiesta y amigos y yo hecha un bollito en el piso pienso ¿cuándo y para qué voy a hacer kitchari para mi sola? Una casa es un albergue cuando los hijos se van.

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Las despedidas en terminales de colectivos, aeropuertos y plazas son la topografía de nuestra relación. Un día tu papá te llevó y viviste durante años a la sombra de un huracán, un cuarto de paredes con humedad como refugio, bunker, el hijo como botín. El día que te fuiste se convirtió en el día de la marmota para mí. Te fuiste sin mí demasiado pronto. ¿Qué es una madre sin hijo? ¿Qué es una madre que no puede revisar cuadernos, ni bañar, ni sacar piojos, ni ordenar una mochila? Es un expediente en tribunales. Un litigio, una plaza de re vinculación. Una terminal de pueblo que escucha llorar a una mujer.

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Hay demasiada belleza en tu rostro como para detenerme en tu oreja lastimada. Puedo ver tu entusiasmo por Japón, tu fe como una hamaca que ondea entre la poesía y la desesperada esperanza, una soledad que se parece mucho a las mantas de la infancia, cobija pero alimenta el desmonte, esa inteligencia descarnada y desnuda, tu lealtad como continente, el amor siempre en la punta de los dedos, las chicas: esas notas que se escapan a veces y otras arrancan una melodía que todo lo sueña. Veo en vos todo un amanecer, dale color vos.

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¿Fuiste a terapia hoy? ¿Vamos al super? Vení a casa que hago kitchari, no estamos lejos son tres cuadras, sin embargo, cada vez que te vas fracaso en el oficio del desapego, somos madre e hijo y siempre necesito tener a mano muchas mantas para abrigarte.

 

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Valeria Berman. Soy licenciada en periodismo, estudié Comunicación y Género en La Habana, Cuba. Soy mamá de Gian de 23 años y actualmente trabajo en el Museo del libro y de la lengua.

Ilustración:
Lorena Zavaleta

IG: @theodora.va