Relatos/Partos

El relato perfecto

Por Catalina Rey*

Cuando lo conocí, Toto me dijo que era casi imposible que pudiera tener hijos. Después de las quimioterapias que le hicieron en la adolescencia, las probabilidades de ser padre eran mínimas. Yo si quería ser madre y el quería ser papá.

Lo conocí y nos enamoramos. Pasaron los meses y yo decidí amarlo para siempre como juran los recién casados. Aunque la vida fuéramos solos nosotros.

Félix llegó sorpresivamente el primer mes que nos descuidamos. Los dos mudos una noche de abril mirábamos las 2 rayitas bien delineadas sin poder creer que efectivamente estaba pasando.  Nos reímos, nos abrazamos y nos dormimos con la sonrisa dibujada en la cara.

Al día siguiente reconfirme el resultado con un análisis de sangre y esa misma tarde viajé en auto a Bariloche a un curso intensivo de yoga en el que dije que estaba menstruando para que me cuidaran. Durante esos días solo 2 palabras rebotaban adentro mío: “estoy embarazada”.

Los dos sentíamos que era varón y prontamente nos lo confirmaron.  Seríamos padres de un varón.

Los largos meses transcurrieron con sus diferentes etapas, nada demasiado dramático, ninguna infección, ninguna pérdida, ningún susto, nada de reposo. Sí cansancio, sueño, hipersensibilidad, poca capacidad pulmonar y no mucho más que eso…

Engordé poco, no tuve estrías, dormía bien, no retuve liquido, todo parecía y era perfecto, un milagro.

Llegó la ecografía de las 28 semanas y mi obstetra nos dijo: “pucha, está sentado!

Bueno, pensé, le queda tiempo y aunque un poco desilusionada decidí no pensar demasiado y dejar que la naturaleza haga su trabajo.

Las siguientes semanas las pasé confiando y pidiéndole que se girara, pero él nada, seguía instalado con su cabecita debajo de mis costillas y su colita apoyada en mi cadera como en una hamaca.

Seguía creciendo y las posibilidades de que se girara eran cada vez menores. Llegada la semana 36 me dijeron las, para mí, temibles palabras “cesárea programada”.

Pánico!! No puede ser! No me iba a pasar a mi! Nunca me cosieron, ni me anestesiaron ni entré a un quirófano ni nada…! No, imposible, yo con esas cosas tenia suerte! Mi bebé se iba a girar a tiempo y yo iba a poder parirlo como lo había soñado.

Intenté no hacer caso a quienes me decían que ya era casi imposible y seguir confiando pero no tardó en llegar la angustia, la frustración, el miedo y el llanto. No quería que me hicieran todo eso! Que me inyectaran anestesia en la médula, me durmieran las piernas y me cortaran la piel, los músculos y el útero!!! No quería!!!!

El primer día que pasé en duelo, recuerdo haberle dicho a mi analista en crisis y llorando:-“Yo lo quiero parir”!!!!

–“No”, me interrumpió el que mucho me deja hablar y llorar y poco interviene, “PARIR LO VAS A PARIR, PARIR LO VAS A PARIR”. Repitió con voz masculina y determinante. No sé por qué pero escuchar eso me calmó por un tiempo.

Las semanas que siguieron hice todo lo que estuvo a mi alcance para que Félix se girara. Gateo, posturas con la cola para arriba, con las piernas para arriba, moxabustion, meditaciones, velas alquímicas, homeopatía, posturas de yoga, etc, etc, etc….

Por las noches soñaba que se giraba y que yo misma con mi mano le mostraba por fuera de la panza la ubicación para su cabecita. Al despertar, lo primero que hacía era chequearrecostada sobre mi lado izquierdo con la mano derecha debajo de la panza. Sentía su cráneo pequeñito en el centro de mi palma y desilusión. Y otra vez fe y esperanza otra vez frustración e impotencia.

Cuando de noche me desvelaba con contracciones intentaba marcarle el camino tomando su cabecita en la palma de la mano y moviendo mi mano de a 1 cm hacia abajo esperando que me siguiera y bajara y ahí la duda, ¿para qué lado querrá girar? Lo estaré confundiendo? Y lo dejaba.

Ya en la semana 38 el pronóstico era desalentador, todos me decían que ya el bebé era grande y que sería muy difícil que cambiara la posición. Yo seguía en mi universo de altibajos entre fe y frustración, esperanza e impotencia  y enojada, en desacuerdo con nuestra suerte. Además era injusto ¿qué sabia Félix que ya no se hacían partos de nalgas?!

Me calmé leyendo experiencias de otras mujeres, contando su tránsito por la maternidad. Abortos espontáneos, raspajes, partos naturales, cesáreas de emergencia,  cesáreas programadas, partos en la casa. Ninguna parecía tener el relato perfecto y al parecer la maternidad es eso que te atraviesa como se le da la gana a pesar tuyo y a pesar de todos. Pareciera que uno no puede salir ileso, sin cirugía, o inducción, desgarro o episiotomía, pezones agrietados, falta de leche, estrías o tetas destrozadas por la lactancia.

Logré que mi obstetra me esperara hasta el ultimo momento, para darle tiempo y para que algo del orden natural estuviera presente en el nacimiento.

Semana 40+1, 8am, rompí bolsa. Me desperté con un dolor punzante en el vientre y luego de mojar la cama salí rápido al baño y dije como si no fuera obvio: “Toto, creo que rompí la bolsa.” Miramos mi pijama completamente empapado y nos invadió una felicidad infinita, ese era el día, ese día nacería Félix.

Una hora mas tarde estuve sola unos minutos en la habitación de la clínica mientras preparaban el quirófano y Toto hacía los papeles. Sentí un dolor cautivador, un dolor por el que hubiera querido dejarme llevar y sabía que no era posible. Habiéndola aceptado, aun me parecía increíble nuestra suerte…

Algunos dicen que los bebés eligen cómo quieren nacer, yo no sé, solo sé que mi bebe nació sano y hermoso y eso era lo único importante.

Después de sentir que me arrancaban algo de adentro escuché a mi obstetra decir: -“qué grande, qué lindo”

–“¿Ya nacimos?”, pregunté y el anestesista levantó mi cabeza para que viera a mi hijo recién nacido por encima del campo quirúrgico. Y ahí estaba él, con sus enormes ojos oscuros mirando desconcertado el mundo. En silencio movía sus brazos y sus piernas que aun estaban violetas. Lo mire a Toto y lloramos de amor.

Ese bebé no era como lo imaginaba pero sí como lo había soñado. Una vez soñé que agarraba su cabecita con mi mano como solía hacerlo y tirando hacia fuera, la piel se hacia transparente y lo vi! Los mismos grandes ojos oscuros, la misma abundante cabellera.

Parir significa crear, expulsar y Félix significa felicidad
Y este también es el relato perfecto.

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Ella/ Mi nombre es Catalina, vivo en San Martín de los Andes, lugar en el que nací en septiembre de 1982. Soy profesora de yoga Iyengar y doy clases en mi propio estudio (@yogalacascada). Ademas, tengo mi propia marca de indumentaria para yoga (@soycatropa).