Magia/Poesía

Tamara Armada

Acá, mamá

 

Y ahora sí que al carajo con el «aquí y ahora» de todos los tatuajes y power points que vi en mi vida. Acá y ahora soy mamá de Amanda desde hace un mes y medio. Para mí, acá y ahora es llenarle la cabeza de migas con lo que almuerzo porque, cuando como, es con ella encima. Soy una máquina de hacer upa y lalá. Acá y ahora es levantarme porque llora, aunque me haya dormido hace una hora y sea la una de la mañana. Acá y ahora son las tres y ella sigue con los ojos abiertos como una boca hambrienta y llena de sed. Acá y ahora tengo las tetas enormes como siempre quise, como nunca pude, pero son menos teta teta que otra cosa. Ahora mismo, sentada donde estoy, veo las caras felices de madre e hijo en el packaging de pañales, y me cago en los dos porque no es de felices andar juntando mierda. Ahora sí que tengo ganas de hacer pis, hija. Ahora vuelvo que tu madre no usa pañales. Algún día verás que me voy a morir, amándote, Amanda, amándote, amándote.

 

Hablemos de que cuando mi hija tiene hambre, muchas veces lo sé por cómo se me llenan las tetas de leche o porque siento una sed desaforada. Increíble, pero real. Lo descubrí con la luna llena en cáncer y lo digo ahora, con el sol entrando en acuario. Qué felicidad. Siempre nos quedará el cuerpo.

 

Imposible plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Con hijo, no hay árbol ni libro. Salvo que escriba libro acerca de hijo y que hijo mientras tanto plante árbol. O planto árbol, escribo libro y otro cría a hijo. Lunita llena en cáncer. Alta intensidad emocional.

 

Dicen que dormir es bueno
a mí me gusta 
porque cuando duermo
sueño
y ahí estás
como si no hubiera pasado el tiempo
y tu cara es la misma
que se ríe 
mientras le pega el sol  
y vos estás, naturalmente, sonriendo
y el sol no te deja abrir los ojos
pero sí la boca 
que se ríe
y me saluda 
como si no hubiera pasado el tiempo
y yo, cuando me acerco a saludarte
ya sé que no usaste shampoo
y es como si no hubiera pasado el tiempo
y esa campera, que es todos los años la misma
para mí que no pasó nada
ni siquiera el tiempo

 

No me hables de feto ni de embrión. No pasa ni pesa menos por el tiempo o el tamaño.
No lo escuché, pero acá me dice que tiene un corazón y que late. 
No supe si era nene o nena, ni tenía un nombre elegido ni idea de cómo cambiar un pañal, pero no me digas que podría haber sido peor si esto hubiera pasado más adelante.
No me digas cómo sentir.

No me digas que me saque la bombacha, me acueste en la camilla y abra las piernas porque me vas a revisar. Te digo que eso me lo hicieron anoche, acá mismo, en la guardia; que ya tuve adentro este mismo espéculo y después la mano de una matriculada como vos. 
No sé qué cara tengo cuando te miro mientras te pregunto si no es peligroso que me vuelvas a hacer lo mismo que ayer, cuando sangraba menos que hoy. 
No me respondas que es un procedimiento formal y que lo vas a hacer cada vez que vuelva acá. No quiero volver a esta guardia. 

– ¿Aunque ayer me hayan dicho que estaba todo bien? 

No me digas que sí porque tenés matrícula. 
No me hagas en el cuerpo lo que no te harías en el tuyo.
No me digas que está todo bien si también me decís que es una amenaza de aborto.
Y cuando me siento con el útero manoseado para escuchar qué tengo que hacer, no me digas que el reposo es caminar menos de quince cuadras. 

No quiero apretar el botón del inodoro porque cada vez que lo hago sé que se va un poco más.
No quiero dormir en esta habitación. Desde acá escucho cómo se carga el agua de la mochila del inodoro que voy a volver a vaciar cuando un poco más quiera irse.
No quiero apretar este botón. 
Vení. Acompañame. Antes de apretar, despertá a mis viejos para que lloren con nosotros; aunque no sé si hacer un velorio acá, entre estos azulejos de color rosa y amarillo pastel. 
Bancate que llore y que pare. Y también que te diga que ahora sí voy a poder ir a la peluquería para llenarme la cabeza con agua oxigenada. O que qué pena que todavía no habíamos recibido una batita de regalo para metérnosla bien en el culo. Ahí, cuando te diga todo esto, reíte. Y, después, bancate que llore de nuevo y que no sepas cuándo voy a parar.

No me digas cómo sentir.

Lo único que tengo de armada es el apellido.

 

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Ella/ Tamara Armada es periodista y trabaja como colaboradora freelance. Editó Miradas (revista de espectáculos de Cablevisión), hizo prensa y escribió contenidos de estilo de vida. Cuando se enteró que estaba embarazada de Amanda, empezó a hacer collages manuales. Tiene un blog en desuso www.batalladeunareina.blogspot.com.ar y una tienda virtual de ropa y objetos vintage: Felicidá (www.instagram.com/felicidatodovintage)

Ilustración/ Alejandro Grisolio es artista visual y escultor. Estudió en Escuelas Técnicas Municipales Raggio. Además, hizo talleres de cine y efectos especiales. Se formó y trabajó con el escultor Alberto “Bastón” Díaz. Desde el 2003 maneja su propio taller de esculturas. Trabaja y asesora a diversos artistas como Leandro Erlich, Tomás Espina, Luna Paiva, Leonardo Trombetta, Vivianne Duchini y Vechy Logioio, entre otros. Es autor del busto de Ana Frank exhibido en el Centro Ana Frank Argentina. En 2013 expuso su obra La toma del tren de la alegría, seleccionada por el Salón Nacional de Artes Visuales, Palais de Glace.
En la actualidad, desarrolla su propia obra. Más trabajos en: Ig: @alejandrogrisolio / Fb: Ale Grisolio