Relatos/Partos

al desencadenar, daré

Por Fernanda Alvarez*

«pero la vida no se deja
ni fijar ni inmovilizar en una posición dada…»
(k. d)

Amadeo tenía fecha para nacer el 10 de noviembre. Los últimos días están escritos y descriptos en este cuaderno, hasta el día anterior al nacimiento.
El 14 de noviembre por la noche vino R (la partera) yo estaba por cocinar unas galletitas de zanahoria (que al final nunca hice) ella vino a dar cierre al hecho. No lo dijo directamente pero era evidente. Hablamos de esperar un día más, mejor dicho, si para el día siguiente no nacía lo mejor era internarse y poner un goteo. La idea que subyacía implícita era de que si había goteo y el parto venía demorado era muy probable que terminase en cesárea.
Con R hablamos de cómo haríamos en el caso de internarme. Ella en uno de los encuentros previos me había dicho que no quería pisar más «esos lugares». Sin embargo esta vez me terminó diciendo que si yo necesitaba ella me acompañaba.
Ya para entonces yo estaba tan entregada que me parecía que todo podía ser. Aunque en el fondo sentía una profunda tristeza. Hablamos un poco más y después ella se fue. Me acuerdo que le preguntó a P que pensaba y él dijo que por él esperaba que naciera o si no que se muriera adentro… o algo así. Pero él decía que iba a nacer.
Cuando ella se fue nos quedamos charlando. Creo que hasta el bolso hice. Lloré mucho y me parece que P. también.  A las 12 cuando empezó Dolina me acosté a escuchar y ahí arrancó. Pasé toda la noche con contracciones cada 10 minutos, las tenemos anotadas. P las iba anotando, por ahí se dormía. Yo estuve toda la noche despierta. A las 6 de la mañana llamamos a la partera. P le dijo que estaba con contracciones cada 10 minutos. Vino y me escuchó la panza, en realidad escuchó el latido del bebé con un cono de madera. El bebé estaba bien, me hizo un tacto. Me dijo que estaba dilatada pero que el bebé estaba allá arriba, que no sabía si nosotros habíamos mirado o mirábamos mucho las estrellas, pero que estaba allá arriba, que por lo poco intensa que venían siendo las contracciones estaba re dilatada, sorprendentemente. Ahora el niño tenía que encajar.
Las últimas veces que me había hecho ecografías el bebé siempre estaba con el mentón hacia arriba como mirando el agujero por el que iba a salir. Y la ginecóloga me decía que en cuantito él pegara su pera al pecho se encajaba y salía. Así que seguía en esa posición, mirando su salida. Y suponemos que así también estaba todavía cuando la partera lo tocó, allá arriba, sin encajar. Lejos. Pero la dilatación iba bien. Ella se fue. Dijo que en dos horas volvía y según como estaba todo decidíamos qué hacer. Cuando  entró buscó para que leamos un libro de unos amigos mexicanos, el relato de un papá durante los 9 meses de embarazo hasta el nacimiento (que finalmente fue por cesárea). La última prosa habla de esa especie de tristeza y a la vez alegría de que por fin nazca, el tajo de la cesárea ahora es una sonrisa en la panza, algo así dice.
Volvimos a llorar,  yo quería que naciera y estuviera bien. Ya no sentía miedo de nada. Hicimos el bolso para ir a la clínica. Sin embargo seguía concentrada. Caminaba y caminaba y pegaba mi pera al pecho y le decía al bebé «pera al pecho, pera al pecho» hacía el movimiento y sentía que él también lo hacía. Las contracciones seguían. Después supe que cuando P acompañó a la partera al auto, ella le dijo que yo estaba haciendo todo bien pero que el bebé estaba allá arriba así que seguro íbamos para la clínica a goteo, y que si él seguía sin encajar iba a cesárea. A eso de las 2hs volvió. cuando me vio me dijo «pero ponete en actitud de parir» «no parece que estuvieras por parir» «te tengo que ver transformada».
Primero me revisó, una sonrisa en su cara lo dijo todo. El niño estaba más cerca. La dilatación seguía bien pero ahora tenían que aumentar las contracciones. Eran necesarias contracciones más seguidas y más fuertes para que el parto se desencadene. Me acuerdo que me dijo que me pusiera a correr muebles o tomar algún té para aumentar las contracciones. Volvió a irse. Dijo que volvía a las 2 horas. Después supe, después  de que pasara todo, que ella ahí dejó sus cositas. Este hecho le dio a P mucha alegría. Yo ni me enteré. Ya estaba en mi viaje. Me acuerdo que empecé a caminar mucho por toda la casa, me iba hasta el fondo y volvía, esto ya lo venía haciendo en los días anteriores. Pero «hoy era distinto» «hoy nace» decía P. Todo el tiempo su certeza me acompañaba. No me acuerdo si comimos.  Yo no comí nada, no tenía hambre. Estaba en tarea. Como las 3 de la tarde empezaron las contracciones más intensas, me puse en el piso arriba, en una manta y daba vueltas sobre mí misma como un perro que se busca la cola. Vi a la Tuna (mi perra)  y a Mermelada (mi gata) hacer esas vueltas cuando estaban pariendo a sus crías. Las contracciones eran fuertes pero no dolorosas y claramente eran cada vez más intensas. A las 17 hs P empezó a prender la salamandra y la estufa a querosene, en un hornito puso esencia de melisa. Yo seguía moviéndome como un animal , un bicho de la naturaleza. Eso me sentía, buscaba las cuatro patas, buscaba el piso. A las 6 de la tarde vino devuelta R. Cuando entró, percibió y me vio, dijo «ahora sí cambió algo». Me revisó y escuchó al bebé.  Todo iba bien. Me fui más para el comedor. Ella se fue a otra habitación (supe después que se sentó en un sillón y se puso a pispear los libros de la biblioteca y leyó un rato a Mafalda). Yo en el comedor seguía mi viaje. Ya estaba toda desnuda, desencajada. Es verdad esa sensación que me habían dicho de que en cada contracción te vas y después volvés. Me acuerdo que estaba en el piso haciendo casi siempre movimientos circulares. Creo que estuve sola un buen rato. P también salió de la visión. por ahí escuchaba que ellos hablaban. R en un momento me revisó y me dijo que ahora sí, si quería podía meterme en la ducha. Antes me había dicho que no (aunque yo quería) porque las contracciones seguían muy espaciadas y poco fuertes y si me bañaba eso relajaba y frenaba las contracciones y teníamos que provocar todo lo contrario, al menos hasta que hubiera dilatación total. Recuerdo que R nunca me dijo cuánto iba dilatando, es muy común en los relatos de partos que digan «tenía 4, tenía 8 de dilatación», yo nunca supe. Me metí en la ducha con una silla, no para sentarme sino para apoyarme hacia adelante, el agua me pegaba en la espalda. Tuve muchos viajes cósmicos. Cerraba los ojos y veía cosas. Ahora no las recuerdo, pero eran como visiones. Eran extraños los sonidos que emitía. En el baño también me quedé sola un rato largo. En un momento me dieron ganas de salir de la ducha. P puso unas frazadas en el comedor frente al sillón, al lado del baño y ahí me quedé. Un rato se me cortaron las contracciones y me acuerdo que les pregunté a ellos si creían que iba a poder. R me dijo «¿ahora que te queda lo más fácil no vas a poder?» Yo no sé bien qué pensaba. Sentía que no era posible tal milagro. La partera le pidió a P que baje un poco las luces. Apagaron todo y dejaron un velador. Las contracciones empezaron a aumentar. Quería ponerme en 4 patas iba y venía en el suelo. El sacro me estallaba en mil pedazos. P me puso una bolsa con agua caliente y eso me alivió.
Todo empezó a acelerarse. Percibí, porque para esa altura mi visión era muy parcial, como de ensueño. Percibí que trajeron las cosas de ella.
Empecé a hacer fuerza. Me bajó la presión, me desvanecí colgada de las rodillas de P en cuclillas. Él me sacudió para arriba. Dije «creo que me bajó la presión», «que presión ni que presión»  dijo P como diciendo ponete las pilas. Me acuerdo que se me dormían las piernas, no las sentía. Abrieron la ventana para que corra el aire, entró la gata Ciruela, la sacaron cagando. Prendieron el caloventor en frío, para que me reponga. R me dijo «te mareás porque estás respirando mal, te estás hiperventilando, respirá más tranquila» Yo ya estaba desencajada, me choreaba la transpiración, cada tanto hacía fuerza. Se rompió la bolsa. Me acuerdo como salió todo el líquido, era una sensación tan nueva y extraña, parecía que me cagaba y meaba encima. En alguno de esos momentos R le pregunta a P si teníamos vaselina (nunca había estado contemplado entre los elementos necesarios para el parto la vaselina, en casa justo había por una circunstancia totalmente inhabitual)  yo escuché, a pesar de que estaba en otro lugar también estaba acá, eso es algo muy fuerte que me pasó durante el parto. Escuché que P no sabía si había. Entonces  hice un esfuerzo enorme por volver y reunir las palabras correctas y exactas para que P llegara a la vaselina. La encontró. Ella se puso en los dedos y me pasó un poco por la vagina. Yo creía realmente que no lo estaba pudiendo hacer y empecé a sentir que no podía más. En un momento me dice «tocate» yo toqué y no sentía nada, no entendía que estaba tocando, pensé que era la vulva y después P me dijo que era la cabeza del bebé. Yo ni me imagina que él bebe ya estaba ahí. Ella me decía cuando sientas una contracción puja. Pero ya no sabía ni qué sentía, ella me tocaba la panza para ver si estaba dura.
«Con rabia Fernanda» estás haciendo la fuerza en la garganta, hacela abajo «con rabia» yo escuchaba sus palabras como súplicas y cuando le miraba la cara también veía un gesto suplicante.
Sentía que no podía más. No sentía los pies, ni las piernas, cuando pujaba apretaba los ojos y pegaba unos gritos guturales, bien de adentro, no eran gritos eran como quejidos de animal. Me dijo: ¨en la próxima contracción poné todo, mucho más, hasta ahora no fue nada, poné toda la fuerza, todo lo que más puedas, todo…¨ Fue clara en la idea de que tenía que ser una fuerza sobrehumana, de otro mundo. Ya me sentía morir. Una sensación de límite total y absoluta. Vino la contracción, cerré los ojos e hice toda la fuerza que pude, me entregué toda, puse todo lo que tenía, como quien se arroja al vacío. La cabeza se me puso en blanco total, gemí y silencio y un profundo, profundísimo vacío…
De pronto, haciéndome volver, escucho la voz de P que me dice al oído «ahí está el garoto Fer, mirá, ahí está el garoto» Abro los ojos y veo un bebé que se acerca a mi pecho, como volando. Todo mi cuerpo temblaba, convulsionado. P que estaba sosteniéndome y haciendo la fuerza conmigo, me ayudó a recostarme mientras R me ponía al bebé en el pecho. Yo temblaba y trataba de que se agarrara al pezón. No lo podía creer, ahí estaba. Agradecí y le di la Bienvenida. Me dolía todo. Lo que sigue fueron movimientos de P y R que se pusieron a acomodar todo.  Al rato lo agarraron al bebé y lo vistieron y le dieron la vitamina k y las gotitas en los ojos. Me lo volvieron a dar. No sé en que momento hice la expulsión de la placenta, sé q R me ayudó tirando un poco del cordón. Supongo que ahí el bb estaba con su papá. El corte del cordón tampoco lo recuerdo mucho, pero sé que lo cortó P. Cuando el bebé estaba por salir (aunque yo no lo sabía) R le preguntó a P si quería recibirlo, y él le dijo que le parecía mejor quedarse ahí, sosteniéndome.
Nos quedamos con el bebé en el piso reconociéndonos. A mi me dolía todo y no sentía nada conocido. Era otra yo. Otro mundo, otra realidad, otro lenguaje. Después me ayudaron a ponerme de pie y fuimos a la cama. Ella me revisó con mejor luz. No me había hecho nada, sólo un pequeño desgarrito interno que era lo que ardía pero no necesitaba sutura.
Amadeo nació a las 22.40 hs de un martes 15 de noviembre de 2011 (al día siguiente supimos que pesaba 3,130 kg y que medía 51 cm). El día había sido hermoso, cálido y soleado y la noche no se quedaba atrás, estrellada, azul y fresca. La partera se fue como a la 1 de la madrugada. Entonces llamamos a mi mamá y a mi hermano que al rato llegaron. Después se fueron y quedamos los tres acostados. P se durmió enseguida. Yo no pegué un ojo. Todo era distinto. La maravilla de la vida, de la creación. Ya era otra. P también y el bebé llegaba lleno de luz.
Los días que siguieron fueron muy extraños y plenos. Vibrantes. La vida, de verdad, había cambiado para siempre. Parir fue la experiencia más trascendente de mi vida y agradezco a la naturaleza por la posibilidad de haberlo transitado. Que está bien bueno creer, que se puede, que siempre hay salida.

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**Texto escrito el 26/11/12, al año de parir,  en el cuaderno que me acompañó durante el embarazo, parto y  puerperio. Hoy van a hacer  3 años que escribí este relato y 4 de ese día en que Amadeo nació. Y sigo asombrada de la lucidez que la vida del niño trajo a la mía. Experimentar el amor puro y el puro caos de lo que nunca más va a detenerse.-

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*Fernanda Alvarez/ Nací en Rosario una noche de septiembre de 1981. Cuando tenía siete años conocí la oración y nos dimos la mano. A los treinta fui mamá. Escribo, bailo y  de a poco, un todo, voy haciendo de mi vida, o ella de mí. Este año cumplí treinta y seis y las letras hicieron una fiesta, les di de comer y ya no van parar. Al igual que mi hijo que crece y conoce palabras, las va colgando de los árboles y de mis
oídos. Vivimos los dos en Bajada Grande, un hermoso barrio de la ciudad de Paraná.
Podés leer más de Fernanda en el blog https://mibicicletadeescribir.blogspot.com.ar/