Relatos/Partos

El océano

Por Lucía Panno*

Mi gato me sigue o yo lo sigo a él. Vamos a oscuras por la casa, siguiendo el camino que delimitan los muebles. Me siento en el sillón, el gato en el respaldo. Contracciones silenciosas. Nos vamos quedando dormidos. Si puedo dormir, no son de parto.
A la mañana nos despierta él con un maullido loco que nunca habíamos escuchado.
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Hago pis caca pis caca voy al living vuelvo al baño hago pis y caca camino por la casa camino camino por la casa voy al baño hago pis caca camino camino camino camino
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Si estas no son contracciones de parto, me muero.
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El anestesista es un sedante en sí mismo. Morocho, alto de ojos azules. Lo abrazo, me lleva a Disney, lo amo. Estar anestesiada es un cielo de merengue casi nube, transparente.
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Hay una pelela abajo mío que no sé qué tiene. Me tocan, me hacen cosas. Pierdo la noción del tamaño de mi vagina. Soy como una cueva por donde va a salir un animal. La obstetra, la partera, la enfermera, la practicante, todas rodean la entrada de la cueva. Gonza con su cofia y su sonrisa dibujada es el gato de Cheshire, una cabeza como una luna en el cielo que mira todo.
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Tranquila, tranquila. No aflojes. Los pujos te salen bárbaro pero cuando llega el momento de la definción te echás para atrás.
No puedo no puedo no puedo no puedo. Casi lo hago bien, como siempre. Tengo condiciones pero soy vaga.
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Puteo. Ahora sé que me hubiera gustado que griten conmigo. Siento que soy el único animal del lugar.
Una mirada me sostiene más que cualquier palabra.
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Sala de partos: Las enfermeras siguen queriendo acariciarme con palabritas pero acá no hay lugar para caricias, estoy en otro lugar, muy lejos de mi umbral del dolor, en carne viva, cocinándome en el fuego. A esta altura ya entendí lo más importante: tengo que hacer fuerza como para hacer pis caca pis caca pis caca. Ya entendí que el dolor es el camino de salida.
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Mirala nacer, dice la obstetra. Me reclino apenas y la veo. Sale de adentro mío. Dios mío. Sale de adentro mío. Es gris y viscosa, un molusco que se mueve, se mueve, llora, llora. Le digo hola, hola, hola, hola, hola, hola, hola, hola.
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Tiene ojos azules. Los ojos de los bebés son un mar en el que ellos mismos están viajando todavía, desde su vida anterior.
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Recién puedo llorar cuando veo a mi familia. Están todos en el pasillo como una hinchada, la hinchada que necesitaba.
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Soy feliz porque no voy a tener más acidez y se me van a deshinchar las piernas y los pies.
Cata duerme en su cunita transparente en el medio de los dos. Pienso que su alma viaja en un barquito de madera.

 

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Ella/ Lucía Panno es escritora, dramaturga y docente. Trabaja como secretaria de sí misma y de otros. Escribió y dirigió las obras «Rocío» y «Una experiencia» y fue directora del grupo Juliana Surrealista. Es co-autora de la obra «Un día voy a morir», co-creadora del ciclo Bosquejos, maratón de lapiceras y de Mamushkas, un taller de escritura para mamás y sus bebés. Coordina talleres desde 2009. Nunca tuvo mano verde pero desde que nació su hija las plantas le crecen solas. Escribe cuando ella duerme, cosas cortitas en www.luciapanno.blogspot.co