El primer partero hombre egresado de la UBA, un enorme militante del parto respetado.
¿Cómo llegaste a ser partero?¿Sentís algún prejuicio o diferencia por ser hombre?
La construcción como partero la tuve desde muy chico, desde los nueve años tuve muy claro el rol de la partera, también tenia muy claro que no lo podía ejercer por estar prohibido por la ley (en ese momento) en ejercicio, después hubo un decreto que superó esa ley para que pudieran entrar los hombres a la Facultad de Medicina. Tiene que ver con varias cosas, una y significativa de todos los que estamos en salud, es la vocación de servicio por el otro, tener muy a flor de piel eso, muy a flor de piel también el saberme situar en procesos desde lo femenino pero tiene que ver con la crianza que me dio mi mamá de saber acompañar desde ese lado. Además porque la madre de uno de mis mejores amigos era partera así que sentía mucha admiración cuando ella se iba a un nacimiento, cuando volvía y nos contaba. La veía como una especie de super héroe que se iba en cualquier momento … y nos contaba y también siento una admiración por ese proceso en sí, que una persona dé vida y salga otra me sigue poderosamente llamando la atención y soy un gran admirador de ese momento.
Por ahí, como diferencias o prejuicios, viéndolo desde el lado negativo por ser hombre me he cruzado con algunas diferencias, con algunos profesores, la verdad que mis compañeras de cursada me trataron de diez siempre y nunca les llamó la atención nada. Me parece que no tiene que ver con la genitalidad sino con el poder acompañar un proceso desde cualquier perspectiva no desde ser hombre o ser mujer o ser diferente. Y a las embarazadas nunca les llamó la atención tampoco, está muy internalizado, por ahí desde lo público, que fueron mis caminos desde el principio, la mujer quiere que la asistan y que la asistan bien no importa si es un hombre o una mujer. Por ahí hubo alguna que otra partera más grande a la que sí le resonó y hubo como mucha crítica cuando empezamos: si servía que entre el hombre si no servía, qué onda; tuve alguna secuencia con algunas profesoras que me decían: no vas a poder ser partero hombre, nadie te va a elegir y la verdad que hoy en día me elige mucha gente y soy muy feliz de poder trabajar de lo que amo y que la gente me siga eligiendo. Pero no tiene que ver con la genitalidad sino con un poder saber ubicarse en esos momentos tan especiales.
¿Cómo llegaste a acompañar los partos domiciliarios?
Fue toda una construcción, yo vengo de familia que había nacido en casa donde crecí además treinta años así que siempre naturalicé los nacimientos en casas, el parto planificado en domicilio. Por ahí es un deseo interno que tuve pero más allá de eso, también tenía ganas de ser partero, formarme en la facultad, tener todas las libertades de poder después elegir dónde quería asistir, dónde me sentía más cómodo y eso me lo fueron dando los años: he pasado por clínicas, por hospitales, por nacimientos en casas y la verdad que es donde más encuentro mi lugar, donde siento que puedo fluir de la mejor manera, donde la gente me busca por ese tipo de acompañamiento, es en la asistencia en domicilio. Y fue toda una construcción a lo largo de los años y fui buscando gente afín y tuve la suerte de que gente muy experimentada en el tema me fuera abriendo las puertas y fui formándome y aprendiendo lo que implica realmente. Tuve también la suerte de viajar, de conocer otras culturas, de aprender de otro tipo de parteras, de parteras empíricas y me parece que fue decantando solo.
¿Pensás que es una época de partos más intervenidos?¿Por qué?
Sí estamos escuchando por un lado muchos partos intervenidos, me parece que por cómo estamos viviendo como sociedad, las velocidades, que todo tiene que ser rápido, nos alimentamos rápido porque necesitamos que todo fluya, entonces en el evento como momento especial del nacimiento también queremos que nos intervengan porque nos intervienen en todo momento de nuestra vida. Estamos creciendo con esa mirada. Hay mucha violencia en los nacimientos porque también estamos en unas sociedades muy violentas y eso no excede esto. Me parece que se empieza a frenar la pelota desde muchos ámbitos y esto me parece que es también semilla a semilla y granito de arena y de que muchas mujeres y familias se están replanteando las imágenes de todo el tiempo estar hablando de parto respetado, de tipificar la violencia obstétrica, de los planes de parto que se presentan en las instituciones y a los profesionales que nos acompañan porque también se está haciendo un juego donde los momentos de intervención tendrían que haber llegado a su techo, la cantidad de cesáreas e innecesáreas que hay sobre todo desde lo privado. Este mal acompañamiento tiene que ver con hacernos cargo como sociedad en todo lo que nos está pasando. Es una locura pero estamos interviniendo un momento tan fisiológico, tan natural de una manera como si realmente sintiéramos que es una enfermedad frente a la cual necesitamos de tanta intervención pero es parte de lo que implica un modelo totalmente capitalista. Y no hay que dejar nunca de lado que estamos dentro de un patriarcado, la mujer es un objeto, entonces se hacen este tipo de cosas con total impunidad y hay que reconocer que esto es una violencia de género, una violación a los derechos humanos. Por eso, como militantes del parto respetado, en cualquiera de los ámbitos hay que seguir difundiendo todo esto y repensar las prácticas como profesionales. Por qué hacemos de forma rutinaria un montón de cosas y que nos avala la ciencia y después como mujeres protagonistas o como familia hay exigir y entender cada práctica que se nos realiza y todo tipo de intervenciones que pasen en esos momentos tan especiales y únicos.
¿Querés contarnos de tu práctica y experiencia?
Soy muy feliz de vivir de lo que amo, un agradecido de estar en esos procesos, es un granito de arena este tipo de asistencia tanto para los profesionales como para las familias que uno acompaña, ayudan al cambio de paradigma, ayuda a repensar un montón de cosas en la vida misma, uno ve mujeres parir todo el tiempo y ve que después esas mujeres pueden con todo. La verdad que soy un afortunado como varón de poder observar esos procesos tan internos tan particulares tan propios de las mujeres y las familias y de esas parejas y compañeros o compañeras que están ahí y la transformación que hacen. Me parece que ellos eligen la mejor llegada para ese hijo y después la sostienen con los años en unas crianzas respetuosas y muy pensando en esos bebés y en esos niños y niñas cómo van creciendo. No me canso de admirar ese proceso y es un ida y vuelta y todos los días reafirmo que es por acá el camino, vinculándonos en salud, lo fisiológico desde algo muy lindo y donde prima el amor, la confianza, lo vincular, me parece que el repensar todo esto ayuda a que podamos seguir cambiando este tipo de sociedades en las que vivimos hoy. Vínculos tan increíbles que me toca ser padrino de muchos de los bebés que he asistido, padrinos de casamiento de dos familias que he acompañado, anécdotas hay millones y son vínculos para toda la vida, y que me consideren partero en un rol o en un lugar tan especial para esa familia y después estar presente en los cumpleaños y en ciertos momentos del crecimiento de esa familia, de ese niño o niña me parece que es lo que yo soñaba de chiquito, ser como el partero de un pueblo.
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Francisco Saraceno es partero e integrante de Las Casildas. Podés ver más de su trabajo en http://parirencasa.blogspot.com.ar/ y contactarlo por mail: [email protected]