Nostalgia del futuro

Album de vacaciones (N)

Por Noe Vera*

Febrero se abre paso a pocos días de su inicio y el año toma asiento en la sala de espera donde trabajo. Las vacaciones de verano se terminaron para mí. Aunque siempre me siento un poco en receso alegre cuando hijes no tienen clases. Y mucho más ahora, que vacacionan su otra mitad, con la familia paterna. Acabo de recibir una videollamada desde aerosilla en Bariloche y fue sorpresa, a apenas tres días sin ellxs en casa, no lo esperaba pero me enteré in situ: lo necesitaba. Verles la cara sonriente, el movimiento, escuchar sus voces de hola ma, chau ma. Y fue justo cuando me disponía al bálsamo de ponerme a escribir nuestros días de descanso juntes.

Enero 2020, quedarás en la piel de nuestra memoria familiar grabado como tatuaje compartido.

Foto 1
Nos espera Ostende y vacaciones con clan amigo. Ellos son cuatro. Ga, Bas, Cos y Ren. Nosotros tres: Luz, Teo y yo. Estamos entusiasmadxs, no es la primera vez que nos vamos juntxs pero esta vez es al mar y son diez días, y es enero en el Viejo Hotel. Nada puede salir mal. Solemos encajar hermoso en esto de pasar juntxs y descomprimir. La balanza se acomoda fácil, al menos en este grupo humano, vemos más verde el pasto cuando el jardín es comunitario.
Salimos de mañana, estamos ansiosxs, parece. Porque el trayecto helado del micro se nos hace interminable. Posamos serios desde los asientos semiinclinados con auriculares y tapados de pe a pa.

Foto 3
Primera tarde, bajamos al mar después de las seis y hubo valientes que se metieron: Ren y Te. Crush con el agua fría. Y Ga, madre coraje, bella, rebozante de energía, como acostumbra, pela triquini azul eléctrico y corre su carrera hasta el mar, entra como un rayo. Es su chapuzón inaugural infaltable. Sale feliz, yo la aplaudo. Después de secarse, saca su tejido y se pone con eso. Lxs demás inhalamos la primera brisa marina.
La tarde playera pide manga larga, hay un viento que es solemne cuando sopla bajo el sol. Para mí, el ideal de clima. Luz hace poses propias de edad para mi cámara y Ga juega con Cos, lo hace volar en el aire. Bailan con su vestuario idéntico de pilusos intactos. En la carpa, la pila de libros que trajimos para pasarnos, también esta primera tarde, quedará intacta. El único que lee es Bas. Lee para su tesis, siempre está trabajando con la mente y lápiz en mano, libro al lado o al frente. Mate y buen temple.

Foto 5
Se hizo pronto de noche y mi amiga quiere darle de cenar a su hijo, es tarde para él, jugó mucho y está cansado. Le preocupa que se pase de rosca y no quiera comer. Cenar en el hotel sería expeditivo pero no reservamos. En el tire y afloje se decide: Bas llevará a la troupe infantil a comer afuera menos al benjamín que se queda con nosotras. La idea es conseguirle algo en el bar donde las amigas planeamos charlar un poco y beber algo rico de función relajante. Pero en el bar no hay comida, sólo pueden ofrecernos un bowl de fiambre para el niño y eso pedimos, además de nuestra cerveza. En eso, llaman a Ga con la letra de su habitación para recibir el delivery. No habíamos pedido nada pero mi amiga lo entiende enseguida: su marido le mandó una sorpresa en moto y es su plato favorito: calamares. Paga y recibe. Qué noche perfecta, los malhumores se disipan. Comemos del plato de telgopor los tres: divertidxs y extasiadxs. Si lo planeábamos no salía. Pero no todo termina ahí, color de rosas. La dueña llega con porte de directora de escuela y cuando nos ve, nos reta: que eso no puede ser, que sea la última vez, que el bar no es lugar para eso, que deberíamos haber incurrido a cenar la comanda en la habitación. Para una comida en forma tiene el hotel su respetado restaurant en la planta alta. Pedimos disculpas, que no sabíamos ni fue programado, si solo bebíamos y nos cayó del cielo este digno plato de arroz.
Pero tampoco termina ahí con nuestras mejillas coloradas. Resulta que al llegar el resto de la tribu nos enteramos: ellxs también comieron rico, encontraron un lugar ideal, se llenaron la panza y nunca nos mandaron nada. El delivery fue parte de una afortunada confusión y alguna familia del hotel habrá quedado hambrienta, marcando un número de reclamo.

Foto 6
Al appart lo llamamos la taberna, la mesa del comedor está llena de juegos y cartas donde los niñxs toman Coca de la botella hasta tarde y prolongan las timbas. Alrededor todo es zapatillas por el piso, ropa tirada, valijas sobre las camas, toallas y mallas mojadas. Después de jugar los 3, las chicas vuelcan gomitas, hilos, pinza y dijes símil plata para hacer bijou. La idea es vender a la mañana en la playa. Cuando terminan, enganchan los aritos en una panera y las pulseras en un palote de amasar plástico. La mercadería queda prolijamente expuesta, reluciente: vendible. Las artesanas hablan de precios, sueñan despiertas con sus riquezas.

Foto 8
Por lo general, las cenas son de familión completo. A veces Bas acerca a lxs niñxs en auto al centro porque todxs no entramos y las mujeres necesitamos caminar un rato, respirar aire puro, así que marchamos contentas. Parecemos jovencitas que salen por primera vez. La libertad por delante, toda entera. En el camino compramos fruta, olemos flores, admiramos árboles, espiamos negocios cerrados y llegamos a la mesa cuando todxs están sentadxs, el menú decidido, la cena en marcha. Qué fácil parece vivir así. A la vuelta caminamos también las dos, volvemos por la playa a bañarnos de luna. Ga me cuenta viajes pasados y sentadas sobre arena fría, vemos glitter en el mar. Ella me enseña: cuando las olas se retiran, raspan unas algas diminutas que, molestas, echan un brillo plateado. Se las ve por aquí se las ve por allá ¿es ilusión óptica? Parece terciopelo.
Otra noche vemos una luz doblemente misteriosa. Es verde y de largo alcance. La vemos a unos metros que se prende y se apaga. Se desplaza apenas. Cuando nos acercamos, es un bicho que da destellos de despedida. Ya quieto del todo, frente a nosotras, espera su muerte.

Foto 10
Aproveché el insomnio para terminar las valijas. Todos duermen y yo que no acostumbro a hacer nada que lleve más de media hora sin música, me desvelé con el oleaje de los pensamientos. Como si desde este cuarto de hotel, el mar entrara directo por la ventana a dejarse oir. O será que mi cabeza copia su movimiento. Silennnncio y tracatrá, más silennnncio y tracatrá. Con esa banda de sonido de fondo escribí mentalmente mientras doblaba ropa y guardaba lo sucio en bolsas el necesario balance final. Porque otra vez sentí que me había costado explayarme y definirme bien. La última noche hacemos todos los años una ronda de adultes y niñes para la puesta en común y cada unx alza la voz al grupo para dedicarle unas palabras. Yo que repruebo oratoria y tengo pavor de cualquier improvisación, siempre me quedo lenta y corta. Pero atesoro el recuerdo de las palabras de lxs demás. Cada uno con sus más o menos dotes para la expresividad, todxs con su gracia y corazón en mano. La genia reina de estos momentos es Ga que incentiva la suelta de sentimientos y contagia las ganas de manifestarnos.
Una vez cerrada la valijas y el bolso, prendo el teléfono y mando a mi amiga el balance definitivo por mail. Pensar que la primera vez que la vi fue sobre el escenario, de una librería elegante, una noche de lecturas y música. Amo el vértigo de pensar para atrás el tiempo y poner a la par presente y pasado. En este caso así: cómo podría imaginarme en ese momento que la poeta estrella, madonna porteña, de canciones atrevidas pero voz muy dulce iba a ser mi amiga alguna vez. Más aun: cómo podría imaginarme que tendría hijes alguna vez. Y ella también. Y luego la vida a través de ese suceso nos uniría. Flash. Boom. Tracatracatrá. Terremoto en el cerebro. Temblor interno parecido al que sienten los niños bajo el efecto de la primera droga natural que es la del mareo.

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El mejor retrato de las dos es de fondo pálido: arena. La figura son dos siluetas estiradas de color oscuro (nuestras sombras) más silueta viva de Cos, en colores, sentado hablándole a la playa, a nuestros pies. Es un momento de paz colectiva. Fuera de cuadro están ahí, nuestras familias. No salen en la foto pero los vemos entre nosotras. Ella me dijo estas vacaciones cuando hablábamos en plano idílico de “compartir la luz” que no hay luz sin sombra.
Quizá la magia esté en esto de juntar a lxs nuestrxs y generar el claroscuro: el contraste perfecto que expresa lo que somos, o el núcleo de lo que deseamos. Todo en términos de maternidad se alivia cuando se comparte. Y en el verano de la mente convivir es revivir en sublimado. Con un mar o río a nuestro alcance para bajar a refrescarnos, tomar una cerveza todas las tardes a la hora de los cielos rosados, adivinar el nombre de los pájaros que se acercan, tolerar a los bichos, reir mucho, cuidar nuestro montón.

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Noe Vera publicó Cuatro paredes (Determinado rumor), Colecho (El ojo del mármol),Captcha(Vox) y Selva Ociosa (Caleta Olivia).Coedita junto a Marina Gersberg la revista digital El cielo del mes.

 

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