Magia/Poesía

Nancy Gil

Rito de iniciación

I
Recuerdo esos días interminables,
meses fugaces
donde desee la muerte
del hombre que dormía a mi lado.

Cómo iba a entender él
el acto inconcebible de crear,
la magnitud de este amor
y de esta rabia también.

Llevaba hielo entre las piernas,
un dolor me recordaba que
habían cortado con un cuchillo,
donde antes me esperaba el placer.

Pasé cuatro días sin bañarme,
un mes sin salir a la calle.
Me olvidé de tomar agua,
y le temí a la locura.

No lloré cuando nació,
lloré un día frente a un plato
de arroz blanco y frío.
Tenía que aprender a renunciar,
me dolía desarmarme.

 

II
Mi niña,
la prueba irrefutable de un pasaje,
ya no soy el centro de mi vida,
ahora le temo a la muerte.

Supe que el miedo al dolor de parto
es la antesala
a este dolor real
de estar partida en dos.

Inventamos un rito que
se repetía invariablemente,
como una ceremonia
de iniciación.

Dormíamos siestas,
la miraba todo el tiempo,
la olía,
la amamantaba,
la volvía a oler.

Le olía la cabeza
como si fuese el oxígeno
que necesitaba para respirar.
No sé realmente quién sostenía a quién.

 

III
Recuerdo la ilusión por dormir,
el temor a las diez de la noche,
al llanto continuo
y las canciones de brazos mecedores.

Nada alcanzaba esas madrugadas,
compartíamos la angustia,
la incertidumbre de no saber
ya quiénes éramos
o en quiénes nos íbamos a convertir.

Todas las noches
anticipaba la catástrofe,
el cumplimiento de la profecía,
el estallido del desconsuelo.

Éramos dos extrañas,
o dos niñas
Y la hora de brujas
era todas nuestras noches.

Nos enfrentamos con la oscuridad,
fantasmas y monstruos feroces.
Intentaba protegerla de las bestias
y de mí.

 

IV
Un día, el caos no llegó.
Era de madrugada
y aquello no se desataba,
las bestias no aparecieron.

Una fiesta íntima
que a nadie le importaba.
Todos dormían mientras
chocaban los planteas
para las dos.

Nadie se enteró del acontecimiento:
Ella me sonrió.
La prueba había terminado,
ya podía confiar en mí.

Y yo, tan hija de mi madre,
como nieta de mi abuela,
estaba siendo sacudida
por un viento devastador.

Aunque me pareciera un delirio,
esa noche sentí que,
después de tres meses de su nacimiento,
me había convertido en mamá.

Pude reconocerla también:
era mi hija.
Ya no podría vivir sin ella.

Recogimos nuestras partes,
le di la bienvenida al mundo,
y nos sentimos seguras
por primera vez.

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Nancy Gil (34 años) Del Oeste del conurbano desde la cuna. Mamá de Vera. Lic. en Psicología (UBA) con orientación psicoanalítica y dedicada, los últimos años al área perinatal desde una perspectiva de género.Actualmente me encuentro realizando una investigación acerca del impacto subjetivo en la interrupción voluntaria del embarazo y las diversas experiencias de maternaje. Escribo para dejar constancia y  leo para respirar. Podes ver más de su trabajo en su instagram @nanichina

Ilustración/ «Monstre perdu», Max Gómez Canle, 2004. Fotografía: Viviana Gil.