Nostalgia del futuro

Partes del puerperio

Por Mariana Olivera*

Partes del puerperio
cuando los días son años

DÍA 3
Mi hijo mayor escribe palabras con hache sobre la mesa devenida en ropero. Estas son las mías: hemorragia y hemorroides. Me daría una anestesia general para que me saquen la mierda de adentro. La criatura me materna. Sentarse con dignidad es una utopía. No obstante, llegan las visitas. No sé si te importo mucho o una mierda. ¿Es amor, tradición o morbo esta costumbre de venir cuanto antes a conocer al pibe? ¿Para cuándo un marco legal que nos permita denunciar esta brutalidad en una oficina?

DÍA 5
Me importa más la poesía de mi hijo que el orden de sus cosas. Antes me enorgullecía de esto pero en pleno puerperio me avergüenzo. Es que tengo la jeta pegada contra las paredes de la domesticidad. El paisaje más libre que vi en los últimos 15 días fue un pedacito de cielo a través de la reja, del lado de adentro de la ventana, detrás del polvo. Un pedacito de cielo en movimiento, no es poca cosa. ¿Sabés lo que daría por ser un pedacito de cielo en movimiento? La familia entera.

DÍA 7
La episiotomía amenaza con abrirse, ahí en la entradita, o en la salida (de cualquiera de las dos maneras se puede decir). El tirón de concha anula mi interés en el mundo. Andá a quejarte del tedio a otro mundo, Baudelaire. Tengo hambre y es un milagro. Ni en el bajón más intenso sentí esta pulsión por garantizarme el alimento. Así de rota como ando, con el tirón ardiendo, las tetas de porcelana al borde del resquebrajo, me levanto y voy. Con la persiana de los ojos a media asta, voy. Me sumerjo en la heladera. El objetivo son los cereales de chocolate con yogur de durazno. A todo esto recuerdo lo que creo tener. Lo que estoy segura de tener. Una hemorragia interna. ¿Qué otra cosa puede explicar esta debilidad, este color, este temblor de piernas? Nunca supe por qué los médicos te miran la carne baja del ojo, capaz es sólo en las novelas… Lo hago y veo todo blanco. Otras partes del cuerpo son negruzcas, grisáceas, violetas, verdosas. Ah, una fiesta de colores la maternidad.

DÍA 20
Contrariamente a lo que me pronostican -por segunda vez en un puerperio- tengo deseo sexual. Soy la puta de siempre, doctor, ¿cómo le va? ¿Puede ser que exista sexualidad más allá de la penetración? Tengo clítoris y tengo piel, doctor. Piel: el órgano más grande de les humanes, tan pisoteado, ignorado, escondido. Piel de lenguaje propio: para cada sobresalto un color, chucho, sonrojo, alergia, temblor. Porque mi piel y la suya hablan el mismo idioma. Porque estoy enamorada del alma que reviste: Hoy tengo en mis brazos a este bebé que justamente está cambiando su piel. Abandonando la cáscara uterina porque desde el 17/6 es otra fibra la que necesita. En cambio yo ando opuesta a las virtudes de la serpiente con mi piel de puérpera. No se regenera, está curtida. Adaptarse a sangrar. Aúlla la piel cual extensión esperanzada de la sombra. Quiere ser acurrucada y besada como lo hace la madre con el cuerpito del bebé. Quiere que la estiren como chicle. Que la escupan, que la mastiquen, que la devoren. Que la bañen y la perfumen. Remojo, limpio, dreno. Me duermo, me quejo, me lloro. Soy el bebé. Soy la loba que lo parió. Soy la cantidad imposible de basura que co-creamos. Va llegando la noche y me excito pensando en los abrazos que no recibo. Sé que es prácticamente imposible lidiar conmigo.

DÍA 23
Mis modos son un desastre, es verdad. Vos también estás pasando por esto aunque no entregues la carne. Lo que te toca es un montón y lo hacés genial. Sos un papá hermoso. No te lo he dicho pero lo pienso a cada instante. Desde que parí te veo muchísimo más lindo, más acertado, más alto. Todo a la par de mi disminuir. Creo que perdí centímetros de llorar tanto. Y dar la teta me está secando el manantial de luz, como te habrás enterado, dada esta oscuridad inédita que amenaza el día desde que amanece. ¿Viste que mala? No hubo entre nosotros sombra más grande que esta. Me aterra. Una injusticia que desespera. Me la perdono porque es inevitable. El trabajo sobre esta herida no es una línea, es un óvalo orbitando el sistema central. Cíclica y no necesariamente evolucionada. Rota. Con el cerebro moldeado a la par de las fisuras. Algo tan aburrido como egoísta de reiterar. Pero es así mi amor, estoy jodida. Me toma cada vez que la vida duele o me hace temerle. Imaginate ahora… Navego mis aguas más profundas, la cloaca, es todo toxicidad. Te prometo que voy a salir de acá. Vamos a salir de acá. Vamos a salir mejores personas de acá. Necesito un manual para tratarte como merecés, un robot, un amigo invisible, un kentucky, algo que me recuerde que sos todo lo que está bien. Olvidate de lo que te dije el otro día sobre tus “defectos”. Sos perfecto. Se suceden unos tras otros los frames de tu belleza y no digo nada. Los dejo pasar como si fueran parte del aire pero por dentro me queman. Me gustaría ofrecerte menos intensidad que esta pero no puedo. Ardo por vos.

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Mariana Olivera (Montevideo, 1989). Escritora, comunicadora y actriz. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad de la República. En 2015 con la editorial HUM publicó el libro ¨Madrecoco¨, una publicación que reúne relatos sobre los primeros años de maternidad. En 2016 creó Raconter, un emprendimiento de escritura expresiva que desarrolla través de talleres y retiros. En el mismo año de su creación brindó una charla Tedx sobre el proyecto. Escribe relatos y poemas desde hace diez años en su blog marindia, así como en los blogs madrecoco y raconter. Diseña estrategias de comunicación digital y trabaja como influencer cuando las marcas se ajustan a su perfil. Conduce eventos y brinda charlas que generalmente tratan sobre escritura y/o maternidad. Cotidianamente comparte contenidos a través de sus redes sociales.
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