Relatos/Partos

Lucero, mi portal

Por Carolina Juskoff*

Ale nos estaba esperando con sus perros, unos cuantos pastores alemanes. Su casa envuelta en un jardín enorme y humilde nos recibió para hacer el último monitoreo. Entramos poco a poco no sólo a la consulta con mi obstetra, sino a la cotidianidad de una mujer. Aquella señora de canas a la que estábamos eligiendo para compartir la llegada de lucero.

La intimidad se hacía cada vez más profunda: su amor por los telares, los tejidos… me maravilló. En ese momento encontré algo de mi mamá en ella.

Pasamos a un cuarto, que creo era el de su hija, y me consultó si quería que me revisara. Le dije que sí. Dispuso una zalea sobre la cama y trajo la calma y la ansiedad en un segundo. El cuello del útero estaba borrado y con “uno” de dilatación.

Nos fuimos sabiendo que nos veríamos en poco tiempo. En el auto la llamé a mi mamá y le conté. Por su tono de voz supe que estaba aterrada pero no me lo dijo, nunca.

*

Pasamos el martes en un tiempo sin tiempo, las contracciones habían comenzado. Si no estábamos en el mismo cuarto, nos mandábamos whatsapps para controlar “cada cuanto”, un poco sin creer lo que estaba sucediendo. A eso de las 22hs comenzaron a ser más seguidas y dolorosas. Vero, la partera, ya estaba al tanto de todo.

La escalada era imparable, las olas de dolor invadían mi útero y todo mi cuerpo. Eran “cada veinte” pero intensas. Necesité bañarme una, dos, tres, cuatro veces. Salía y volvía a entrar una y otra vez. Ya la ropa no me importaba, solo atravesar el dolor. Pero faltaba, todavía era un ser sociable, y lo digo porque cuando estás por parir te transformás: se te dilatan las pupilas, tu cuerpo responde al más profundo de los instintos mamíferos.

*

Para las dos de la mañana, inmersa en un océano denso de oxitocina, llegó Vero. Pablo siempre conmigo, atento, calmo y amoroso. “Falta” dice Vero, “Estás con cuatro”.

Recostadas ambas sobre la cama y escuchando sus latidos decidimos que era mejor que se vaya, había que esperar.

*

Su visita desencadenó lo que Lucero y yo necesitábamos. Comencé a caminar por toda la casa tomada íntegramente por el impulso de la fisiología y algún saber ancestral que se alojaba en mi cuerpo. Recordé y coloqué sobre él todos los amuletos que mis amigas me habían honrado días atrás: un pareo sobre la cintura, un collar, una medalla y bruma de rosas para elevar mi vibración. 

Pablo, sin tener ese cóctel mágico-hormonal en su cuerpo, supo conectar su energía para fluir con la mía. Entredormido pero conectado se contactó con Vero nuevamente. Ella llegó a cuarenta y cinco minutos de haberse ido y el cuello de mi Útero ya estaba “con siete”. Ya sentía la cabeza de Lucero queriendo atravesar el canal. También sentía mucha responsabilidad pero nunca miedo.

Vero no dijo mucho más, o al menos yo no lo recuerdo. A partir de ahí caí en una escalada de dolor que solo podía con él, pronunciando una O sostenida mientras duraba la contracción. Mi neocortex por momentos conectaba con lo racional y me sentía una ridícula. Luego el dolor otra vez.

Alrededor de las 6 de la mañana, entró Ale descalza y sin mediar palabra me preguntó si iba a pujar. Cómo pude le dije que sí. Ya estaba amaneciendo y el cobijo de la noche se iba. La responsabilidad pesaba más sobre mi espalda.

De nuevo el neocortex conectándose con la norma social. Pero volvía, siempre volvía a Lucero y a mí.

Ale me dejó en el cuarto un banco para pujar y me dijo que elija la posición, que el parto era mío. Esas palabras que leí en veinte mil cuentas de Instagram de mamás estaban sucediendo. Me sentí protegida y peligrosamente libre en un segundo. Comenzamos con Pablo una danza guiada por mí en la que necesitamos terminar acostados. Él, siempre mi sostén, nunca tan literal, contenía mi espalda y me acompañó en cada pujo, en todos. SÉ que Vero y Ale me daban palabras de aliento, pero no las recuerdo. Será que me respetaron tanto que realmente logré que el parto sea mío y apagué todo lenguaje hablado, tan solo nos comunicábamos con el cuerpo. 

*

8.45 am llegó Lucero, en nuestra cama, en nuestra casa el miércoles 6 de febrero del 2019. Los brazos amorosos de Vero y Ale lo pusieron en mi pecho, sentimos su-nuestro cordón latir. Pablo lo cortó inaugurando simbólicamente este nuevo comienzo de ser tres para el amor. 

 

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Carolina Juskoff/ Tengo 28 años, capricorniana con luna en acuario, soy fototografa y orfebre. Pueden ver mi material en http://carolina-juskoff.tumblr.com/ y en ig @v_____ertice