Magia/Poesía

Joana D’ Alessio

Dos remolinos en una pantalla.

1.

La caléndula, ya me la puedo poner?
El obstetra nos felicitió! Muy gorditas!
Sofía se parece a vos y Juana a mí. Las naricitas 

Tomaron mucha teta desde que salieron, las alterné.
Muy fea la anestesia, la sensación de estar anestesiado.
Ahora me pica todo, me dijo que es normal 

A las dos horas nacieron unas mellizas chinas!
Pero más chiquitas
¿Le avisaste a Jime? Fotito 

Me está empezando a doler, no sé si pedir un analgésico
Vos cómo estás?

  1. Las bebés tendrán calor?
  2. No quiero que se las pasen de mano en mano
  3. Estoy muy fea?

 

Tengo unos latidos a la izquierda
Pensé que tu mamá la iba a querer agarrar
Mientras no llore la dejamos y si se larga la ponemos en la teta. 

Quiero que estemos solos un ratito.

2.

Estoy en casa, es verano y llueve de forma torrencial, miro los árboles desde el escritorio. Como siempre que llueve se filtra un poco de agua por el ventanal, pongo un trapo, prendo la computadora.

3.

El 18 de noviembre del 2010 a las ocho am teníamos turno para la cesárea en la Trinidad de Palermo; era una cesárea programada, me había dicho a mi misma y a quien quisiera escucharme que no me importaba renunciar al parto natural, lo que me importaba era llegar a término. En la sala de espera estaban mi abuela Sofía que tenía 101 años, mi tía abuela Rebeca que tenía 93, mi papá y su novia, mi mamá y mis suegros. Llevé un bolso con las ropitas y un cuaderno Monoblock porque después de la cesárea no iba a poder hablar.

4.

La noche anterior me había dado un baño de inmersión: suspendida en el agua dejé de sentir la piel tirante. Tenía miedo de que mi panza explotara, de que se me rompiera algo, la piel me tiraba de forma violenta y pensaba que iba a abrirme como una fruta que se pasa, como un durazno demasiado maduro que alguien olvidó arriba del microondas. También tenía terror de la cesárea; ansiaba estar de vuelta en casa y usar las cosas que me había tejido mi abuela: los saquitos y dos mantas blancas livianas, esponjosas, a una le había cosido una cinta verde y a la otra una rosa. Los catres de hierro blanco tenían rueditas y pensaba que iba a ser muy cómodo para moverlas de acá para allá. Cuando recuerdo esos momentos me doy ternura. Yo había estado en contacto con otros bebés, tenía dos sobrinas, pero pensaba en mis hijas como objetos: cosas que iba a poder poner y sacar, vestir, bañar y guardar. Cosas que se iban a anexar a mi vida de forma natural, como muñecas. 

5.

Cuando me hicieron la primera ecografía la médica hizo un silencio largo y pregunté: ¿está todo bien? Ella respondió está todo muy bien, está todo doblemente bien. Y entraron en foco los dos remolinos de la pantalla. Empecé a llorar y a temblar. Mariano me agarró la mano. La médica me apretaba el aparato sobre la panza y dijo quédate quieta así no puedo trabajar, a ver, ¿quieren escuchar? Tucutun tuctún tucutún. ¿Quieren escuchar el otro? Tucutún tucutón tucutún. Galopes feroces. Esos puntitos que latían iban a convertirse en dos personas adentro mío. Me asusté mucho, pero cuando salimos y nos subimos al auto, empecé a llamar a todos. Jajajaa, Joy va a tener mellizos!, le gritaba mi amiga a su novio. / ¡Te vas ahorrar un embarazo, es genial! / No te preocupes Joy, seguro uno se reabsorbe, es re común./ Ay hijita, no lo puedo creer.

Mariano hizo silencio durante dos meses y al final, un día, parado en la cocina mientras hacía un café me dijo: estuve pensando que cuando nazcan yo voy a poder hacer todo menos darles la teta

El embarazo fue como barrenar una ola larga y tibia: nunca me sentí mal, filmé una película y reformamos una planta baja con un patio con árboles para que las hijas pudieran corretear. Era la temporada de la ilusión, de los proyectos; ese momento de la vida donde todo es hacia delante.

6.

Hoy a la mañana no llovía como ahora, había sol. En las redes sociales se libraba una especie de guerra donde parecía que había que estar a-favor-de-los-hijos o en-contra-de-los-hijos. Las nenas jugaban en el patio de los árboles. Cuando pegue el sol del mediodía las voy a ver en la pelopincho, suspendidas al ras del agua en un flotador con forma de dona, las piernas enroscadas, las caras enfrentadas, cantando y golpeando sus manos al ritmo de estaba la Catalina.

7.

El 18 de noviembre de 2010 dejé mi anillo y mi reloj en un locker, me puse la bata y me senté en una camilla. Una enfermera me tomó. La presión. Corte a:

El anestesista. Ponete de. Una aguja gigante. La cofia azul. Destaca sus. Su miedo. Corte a:

Mi cuerpo se va. De abajo hacia arriba. Desaparezco. Mis pies, mis piernas, mis torso. Mi torso. Los brazos. Me ahogo. La anestesia es una marea que sube. Tengo el agua al ras del cuello. (Estoy asistiendo al momento más importante de mi vida y lo que siento es que no siento nada). Corte a:

Sólo veo una cortina blanca. No, es celeste, porque todo es celeste. Hay dos obstetras y también está el jefe de neo de la Trinidad. Hubo un accidente, en la panamericana, yo vine por adentro, ¿viste el gol de Messi a Brasil?, pásame el no sé qué.

(Lo que no voy a recordar: el momento en que me hacen un tajo de cinco centímetros, pero cuando se vaya la anestesia voy a tener ahí como un nudo mal hecho, enroscado, y a partir de ese día nunca dejo de sentir un tironcito hacia abajo).

Me zarandean. Me tironean para un lado, para el otro. Hay mucha gente. Algunos sólo vinieron a ver. Todo es azul verde celeste. El eco de las herramientas. Metálicas. Arcaicas. Una cortina azul, azul oscuro, negra. ¡Viste qué buen útero, esta mujer, linda por dentro y linda por fuera!. Corte a:

El anestesista empuja. Envía toda su fuerza sobre Sofía. Creo que nació. Bajan la cortina y me hacen ver. Formas. Sólo veo. Los bordes de la realidad. Como una foto sobre-expuesta. El obstetra principal mete su mano en mi cuerpo y saca a Juana. Corte a:

Traen a mis hijas, me las muestran y se las llevan. No puedo moverme, mis brazos no reciben las órdenes de mi cerebro. ¿Digo algo? No sé. Sólo sé que durante toda mi vida escuché relatos de madres que abrazan a su bebé calentito recién salido de la panza, vi imágenes de ese momento en películas y propagandas. Piel con piel. Rozagantes, todo es rosa y blanco. Hice el curso de pre-parto en el que te enseñan a respirar y te cuentan paso a paso lo que va a pasar. Fui a Frida, la señora de las respiraciones. Nadie habló de la cesárea, nadie dijo: cuando tus hijas nazcan vos vas a estar ahí, inerte, como una planta, un helecho que se olvidaron de regar, vas a ver unas cabecitas llenas de costras blancas, moco rojo, te van a poner una de cada lado mientras vos seguís con el agua hasta el cuello y pensás en no morirte. Las cabecitas.

8.

No para de llover. Abro el cajón de mi escritorio, encuentro el cuaderno Monoblock y adentro hay un sobre, saco un papel finito doblando en tres, ahí dice que Sofía nació a las 8.54 y dos minutos después nació Juana, a las 8.56.

9.

Me dejan en un pasillo, por una ventana entra la luz natural; llega alguien con mis dos bebés, vestidas, lavadas y planchadas, me las ponen en las tetas, una en cada teta, mamá está conmigo. Puedo mover los dedos de los pies.  Sofía tiene la cabeza ovalada, ojos azules y una pelusa rubia; Juana es morocha, le brillan los ojitos negros. Mamá dice: son dos gatitos. Mis bebés se prenden al mismo tiempo, siento cosquillas: estoy viva. Me dicen que pesan tres kilos cada una, que no van a necesitar ir a neo; no les falta ni un dedo, respiran solas, succionan. Después de 38 semanas esperando que pase cada día y cada miedo a fuerza de lavar ropa con jabón blanco, alimentarme bien, ir a médicos y hacerme mil estudios, armar la casa nueva y trabajar; después de los días más largos de mi vida, compruebo que mis hijas están vivas, las dos, y tienen mi nariz de poroto.

10.
Después, las acuno en medio de la noche, acuesto a una dormida y al instante la otra se despierta, le doy la teta a una mientras la otra llora esperando su turno, pongo a cada una en su sillita del auto, jugamos a escondernos siempre atrás de la misma puerta, les doy la mano para que den sus primeros pasos, vemos tele enredadas, les leo libros en la cama: ahora todo eso no me parece tan extraordinario, a veces es un sueño, a veces, una pesadilla; de todas formas es, simplemente, la vida. Pero desde el primer día y para siempre, cada noche, cuando al fin se duermen en sus catres-cunas-camas me paro en la puerta, las miro y vuelvo a comprobar que existen y que son dos: eso nunca me parece normal.  

 

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Ella/ Joana D´Alessio es productora de cine y directora de Ralenti, un sello editorial de libros infantiles. Ganó el primer premio del concurso Manuel Mujica Láinez edición 2017. Está preparando un libro de cuentos. En twitter es @joanadalesi

Ilustración/ Sofía Alvarez Watson. Podés ver más de su trabajo en
https://www.instagram.com/sofialawatson/
http://www.sofia-alvarez.blogspot.com.ar/