Cositas para flashear

Reseña: ¿Cómo cocinar princesas?

Por Gerardo Montoya*

¿Es ‘Cómo Cocinar Princesas’ un libro feminista?

Arrancamos mal. Para empezar, el título de esta reseña pretende ser un clickbait. No soy especialista en género y además soy varón. Cómo cocinar princesas es un libro que -de entrada- presupone que el cuerpo femenino será sometido a procedimientos culinarios varios. Es decir, un cuerpo que será objetivado para una perfecta presentación y maridaje con el objetivo de ser deglutido con placer. Ergo, #YaFueTodo para la policía más reaccionaria en Twitter.

Me voy a separar unos cuantos grados de la mera bolsa universal de gatos, para levantar un ala y mostrar plumas. Esta reseña la pienso y escribo como padre. Y en tanto tal, una voz autorizada -por nadie- para descifrar cuestiones éxtimas a la topadora del discurso materno.

Como padre, considero que Cómo cocinar princesas, escrito por Ana Martínez Castillo y bellamente ilustrado por Laura Liz, supone -al menos- una pregunta muy profunda para el feminismo: ¿Qué es la violencia? ¿En qué se radica? ¿Es la violencia un elemento constitutivo o ineludible de los vínculos humanos? ¿O simplemente la violencia -en general- es una refracción encarnada del patriarcado que resulta determinante en los modos de vincularse con otros y con uno mismo?  

El libro -según quien lo mire- cuenta la historia de una Doña Petrona o de una bruja influencer que produce deseo mediante los artificios de la técnica aplicada. Ante las incógnitas de las madrastras y hermanastras que quieren deshacerse de las princesitas molestas -y explorarse, conocerse y reconocerse como sibaritas-, la Bruja Curuja responde serena que su secreto es poner “mucho, mucho cariño” y el gusto que tiene por hacer bien su trabajo. Inserte un asterísco aquí. Una vez que se ha presentado a la cocinera, el libro tiene la estructura de cualquier libro de recetas: utensilios necesarios, sugerencias para atrapar princesas y deliciosas recetas para distintas ocasiones. Las recetas más populares en el libro de la Bruja Curuja incluyen: hamburguesa de Cenicienta con guarnición de calabaza y uñas de pie, tortilla de Bella Durmiente con lagañas en almíbar, Ensalada de Rapunzel y la “excelente carne de caza” de Caperucita acompañada de sopa de Abuela. Ahora, seamos inclusivos: también se cocinan a Hansel, hadas madrinas, principes azules y cerditos. La Bruja Curuja es una
humilde master chef.
Para esta altura, ya sabemos que la vieja Curuja cocina rico. Ahora, ¿por qué sería un libro feminista? Básicamente porque las brujas cocinan a las princesas para comérselas. Este libro investiga el slogan que recita que el deseo en la mujer no es reducible a una identidad específica. Princesa(/Madre/Esposa/Hija…), por sobre todas las cosas. Acá: no. Es decir, parte del reconocimiento de que hay microviolencias -que se agazapan en nosotros y pretenden ser llamadas ‘sentido común’- que se ejercen durante la crianza y años de formación por los vínculos emocionales privilegiados.
Dicho de otro modo, es un libro ideal y desafiante para aquellas personas que ‘no quieren que sus hijas elijan de manera autómata el rosa por sobre cualquier otro color’.
Es decir, para los padres y las madres que proyectan un mundo futuro en el que no se pretenda normalizar a un Jair Bolsonaro, por ejemplo.
El problema específico que plantea el libro es que hay que empezar a esbozar la otredad, las otras respuestas: ¿Qué sería ser no-princesa? ¿Sería someterse al antiprincesismo como forclusión del rosa y las hadas madrinas en el hogar? Pará.
¿Qué tal ser bruja? Bueno, tomá. Bancate que una bruja morfe princesas. Es lo que hacen. Es lo que vienen haciendo desde hace siglos en las ficciones que compartimos; pero esta vez, las brujas son las protagonistas de su historia. Son agentes de su destino y hacen todo lo que hacen con mucho mucho amor. En una ficción, ¿quiénes somos nosotros para negarle su deseo a la comunidad de brujas malvadas? ¿Qué posición vamos a tomar ante un libro que valora muchísimo que una mujer labure para sostener su anhelo y estilo de vida, a la vez que es generosa y comparte ese métier que la hace feliz? ¿Deberíamos dejar de imaginar a las brujas -o narrarlas- como identidades posibles? ¿Tenemos que imponer a la fuerza el veganismo en las brujas para transformarlas en una identidad políticamente correcta? ¿A qué precio? Si todes somos otredades inestables en una disputa histórica por los recursos materiales y simbólicos disponibles para las comunidades a las que adscribimos, ¿de verdad
queremos encarnar a la polícia en el feudo real?

Para esta altura, quizás valga la pena recordar que el otro polo de esa tensión princesa-bruja, tampoco está muy a salvo. Digamos que alguien con autoridad en el reino de los cuentos de hadas -como podría ser una familia real-, dictamina la violencia a la que se somete a las brujas. Supongamos que la princesa del reino, estará medianamente enterada del calendario de los suplicios y sanciones. Adelantando la
película, en el derecho penal podemos considerar tipificado eso como complicidad por parte de las princesas. Por lo general, la familia real persigue, expatria, encierra, tortura o quema a las brujas en la hoguera. Es decir, -al menos en los cuentos de hadas- resulta muy complicado erradicar el presupuesto del ejercicio de violencia desde cualquier polo en ese vínculo. Quizás, preferimos no recordarlo o no centrarnos en ello a lo largo de las historias; pero en la guerra por conquistar la hegemonía de los colores, brujas y princesas están teñidas de carmesí.
Cómo cocinar princesas es un libro para darse uno mismo la oportunidad a que lo gore que podría resultar desde el mero prejuicio -es decir, sin leerlo-, no opaque la posibilidad de lectura de los otros mensajes que tiene. Al menos, considero que el libro reactualiza el desafío de no juzgar a un libro por su aspecto. Una vez atravesada la maleza autoimpuesta, es posible leer una historia de una mujer generosa que trabaja con ahínco en aquello que ama y que, además, cuenta con el reconocimiento y la
valoración de su trabajo en la comunidad a la que pertenece. Ahora, recordemos los cuentos originales de los Hermanos Grimm. Esas sí que son historias terribles.

Cómo cocinar princesas
Autor/a: Ana Martínez Castillo
Ilustrador/a: Laura Liz
Editorial: NubeOcho , 2017

PAPI: Si llegaste al final de la reseña, te paso un chivo tuitero: #PAPILLA es un
colectivo de padres que se organiza para defender su singularidad frente a la violencia
que ejercen las maternidades que forcluyen la otredad. Piensa en Fight Club de Chuck
Palahniuk, pero con charlas de caca y pis en las que también discutimos la licencia por
paternidad y acciones concretas de organización. Más info en: @somospapilla.

 

>>>

Gerardo Montoya nació en Monterrey, México. Vive en Buenos Aires desde el 2005. Es psicólogo, consultor de estrategia de contenido e identidad online, miembro fundador de la asociación civil Enclaves y poeta. Publicó el libro teamogrupoclarín (Pánico el pánico, 2016). Podés ver sus videos en https://youtu.be/-TtwaRuz9iY