Magia/Poesía

Sylvia Plath

TRES MUJERES POEMA PARA TRES VOCES

(FRAGMENTOS)

TERCERA VOZ:
Mi hija es una isla pequeña, dormida y apacible.
Y yo, un barco blanco que chifla: adiós, adiós.
Hace un día resplandeciente, de lo más melancólico.
Las flores de la habitación son rojas, tropicales.
Han vivido siempre detrás de un cristal, cuidadas con ternura.
Ahora afrontan un invierno de sábanas blancas, de rostros blancos.
No tengo espacio para llevarlas en la maleta.

Llevo los vestidos de una mujer gruesa a la que no conozco.
Llevo el peine y el cepillo. Llevo un vacío.
De pronto soy tan vulnerable…
Soy una herida saliendo del hospital.
Soy una herida a la que dejan irse.
Detrás queda mi salud. Detrás queda alguien que quiere
adherirse a mí. Pero yo desato sus dedos como vendas y me marcho.

 

PRIMERA VOZ:
¿Cuánto tiempo más podré ser un muro que resguarda del viento?
Cuánto tiempo podré seguir
desviando la luz del sol con el dorso de la mano,
interceptando los rayos azules de una luna fría?
Las voces de la soledad, las voces de la tristeza
Lamen mi espalda inevitablemente.
¿Cómo podría mitigarlas este pequeño arrullo?

¿Cuánto tiempo más podré ser un muro alrededor de mi verde heredad?
¿Cuánto tiempo más podrán mis manos
servir de venda a su herida, y mis palabras
ser pájaros brillantes que consuelen y consuelen
en el cielo? Estar tan abierta, tan al raso
es algo terrible: es como si mi corazón
se pusiese un rostro para andar por el mundo.

 

TERCERA VOZ:
Hoy las universidades están ebrias de primavera.
Mi vestido negro es un pequeño funeral:
demuestra que soy seria.
Los libros que llevo se insertan como cuñas en mi costado.
Una vez sufrí una herida, pero ya está cicatrizando.
Una vez soñé con una isla, una isla roja de gritos.
Pero sólo fue un sueño, y los sueños no significan nada.

 

SEGUNDA VOZ:
Ya estoy en casa, a la luz de la lámpara. Las tarde se alargan.
Estoy remendando una camisola de seda: mi marido lee.
Qué hermosamente lo envuelve todo la luz.
Flota una extraña humareda en el aire primaveral,
un humo que se apodera de los parques, de las pequeñas estatuas,
y las tiñe de rosa, como si se hubiese despertado una ternura,
una ternura que no cansa, algo sanador.

Aguardo y me duelo. También yo he ido sanando.
Aún queda mucho por hacer. Mis manos
pueden bordar con finura esta tela. Mi marido
puede pasar y pasar las páginas de un libro.
Y así estamos juntos en casa, hasta muy tarde.
Lo demás es sólo tiempo pesándonos en las manos.
Sólo tiempo, y el tiempo no es algo material.

Las calles pueden volverse súbitamente de papel, pero yo me recupero
de esta larga caída, y me encuentro a mí misma en la cama,
a salvo en el colchón, apoyándome con las manos, como previendo otra caída.
De nuevo me encuentro. Ya no soy una sombra,
aunque una sombra surja ahora de mis pies. Soy una esposa.
La ciudad aguarda y se duele. Las hierbas
hienden la roca al nacer y verdean, rebosantes de vida.

Marzo de 1962

 

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Ella/ Sylvia Plath nació en Boston en 1932.

Ilustración: Ray Caesar «Ode to the Navy Canvas» en http://www.raycaesar.com/2017.html