Cositas para flashear

la madre del desierto

Por Natalia Laube*
sobre una obra de Nacho Bartolone

Las historias de familia están más que transitadas en el arte, y en las escénicas, uf, aún más: difícil calcular sin ayuda de un buen archivo la cantidad de proles disfuncionales que circularon por el off de Buenos Aires durante la última década y media. Casi siempre están contadas desde ese gran narrador omnisciente que por defecto concibe el teatro; de vez en cuando están centradas en un personaje en particular, pero casi nunca son relatadas desde la voz y la mirada de los hijos. Y si ese hijo es un bebé, pues menos que menos. A eso entre otras cosas se animó el dramaturgo y director Nacho Bartolone en “La madre del desierto”, un clásico instantáneo que se puede ver hasta mediados de diciembre en el Teatro Nacional Cervantes.
¡Qué pocas, pero qué grandes y hermosas son nuestras mujeres-mito! El de la Difunta Correa se puede resumir más o menos así: en 1840, María Antonia Deolinda Correa decide atravesar el desierto para reencontrarse con su marido, Baudilio Bustos, reclutado por las fuerzas policiales para luchar bajo las órdenes de Facundo Quiroga. Deolinda emprende camino desde San Juan con su hijo de pocos meses a cuestas y se empeña en llegar hasta La Rioja para reunir nuevamente a su familia; jamás llegará a concretar su sueño, pero morirá protegiendo a su heredero para devenir casi de inmediato protectora nacional de todo ciudadano que esté en viaje.
Este, argentinos, es el mito de una mujer cuya teta sigue dando leche aunque su cuerpo ya no tenga vida. Y en esta obra está contado desde la perspectiva del Bebo, que todavía no llegó a los angustiosos meses en los que comienza la fase de separación y que, como parte de ese gran Todo cósmico que todavía integra, entiende hasta lo que para un adulto no es fácil de ver. Es él quien pide a su madre que no se acongoje en su caminata sin rumbo porque sabe que juntos están fundando un mito y es él quien puede contar con lujo de detalles el pasado y el futuro de su país. Es él quien comprende y nunca les teme a las fuerzas de la naturaleza porque sabe que son también una parte suya. ¡Bebo Puraleche, sabio y todopoderoso como todos los bebitos!
Madre mártir, madre mito, madre guerrera, la Difunta Correa es una de las pocas heroínas populares femeninas y Bartolone le rinde un homenaje poético, lúcido y lisérgico en una puesta que se alimenta de los grandes éxitos de la cultura nacional. Pero antes que nada y después de todo, La madre del desierto debe leerse como una historia de amor filial; por eso se las recomiendo.

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La madre del desierto puede verse de jueves a domingos en el Teatro Nacional Cervantes. Última función: domingo 10 de diciembre. Podés leer más sobre la obra acá: http://www.teatrocervantes.gob.ar/obra/la-madre-del-desierto/

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Natalia Laube es crítica de de teatro y periodista con foco en temas culturales. Es licenciada en Crítica de Artes por la Universidad Nacional de las Artes. Actualmente trabaja como responsable de comunicación en el Goethe-Institut Buenos Aires y colabora en medios como La Nación, La Agenda, Funámbulos y Rolling Stone.